23 de enero, Lagunas de Epu Lauquen
El día amaneció totalmente despejado para confirmar la belleza que ya habíamos verificado la tarde anterior. La bruma sobrevolaba la laguna, así como los senderos entre la vegetación nativa.
El camping cuenta actualmente con dos duchas para mujeres y dos para hombres. Hay horarios para el agua caliente por la mañana y por la tarde. Al momento, hay que pagar un derecho de dos pesos por persona, por lo que te entregan un “numerito” que algunas veces nadie reclamó como control. Los sanitarios también funcionan, así como dos piletas para lavar vajilla y ropa. La proveeduría vende artículos de almacén, pan casero, chivitos, pollos, leña, carbón... pero nada que requiera heladera como lácteos... Otro detalle importante es saber que no tiene iluminación nocturna, ni siquiera en el área de los baños, por lo tanto, es recomendable utilizar linternas.
Dedicamos este primer día a disfrutar de lago y del bosque. El día estuvo particularmente inestable, alternando pequeños chubascos con momentos de mucho sol. A la atardecer nos divertimos viendo cómo algunos peces saltaban fuera del agua intentando cazar pequeñas mosquitas. Por la noche, continuamos hasta que se extinguió el fogón, vimos salir la luna y algunas estrellas fugaces que cruzaron velozmente.
24 de enero, Lagunas de Epu Lauquen
Otra vez, el día amaneció soleado y pudimos ver que por la mañana la ausencia de vientos hace de la laguna un auténtico espejo que duplica la belleza de los picos desnudos en el horizonte. Decidimos hacer una caminata en dirección oeste. Sabíamos de una travesía para realizar hacia unas cascadas, recorriendo el bosque que tenía una duración aproximada de cinco horas. Pero como en nuestro grupo teníamos varios niños, sabíamos que deberíamos conformarnos con un recorrido más modesto. Bordeando la laguna, vimos algunas truchas en estado salvaje a través de la transparencia del agua. Llegamos hasta un puente sobre un arroyo cristalino en el cual repusimos energías y nos hidratamos. Recogimos algunas piedritas verdes como amuleto de protección contra los volcanes, según las tradiciones aborígenes de la zona.
De regreso en el campamento, preparamos el almuerzo y disfrutamos la calurosa tarde en la laguna. Por la noche, pizzas a la parrilla para despedirnos de este encantador lugar que tanto nos había gustado. La luna, otra vez invitaba a una noche confortable.
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