Calafate, 8 de febrero
Irnos de un lugar donde la pasamos bien, siempre cuesta. Así que dimos algunas vueltas y antes de agarrar la ruta, visitamos lo que entendíamos era un museo histórico. Se trataba de una casita alpina prefabricada y mínima, de las primeras 12 que estuvieron listas para la fundación donde había funcionado la primera escuela. La verdad que nos defraudó un poco. Primero, no había nadie, entramos y salimos sin que nadie ni siquiera nos dijera ¿qué hacen ahí? Vimos algunas fotos de la primera maestra, un guardapolvo, algún ploteo dedicado a la fundación pero no mucho más. Realmente la historia del Chaltén es mucho más pintoresca y pensamos que daba para mucho más. En el segundo piso, más mínimo todavía, había cierto desorden con material de exhibición típico de la era K: desaparecidos y todos los cliché del relato de los 70. Ni una mención al conflicto limítrofe con Chile que fue, a fin de cuentas, la razón por la que el Chaltén se fundó… RARO.
Finalmente nos despedimos con algo de sol y nubes sobre los picos. Ya en la ruta seguí leyendo en voz alta el libro “Hito62”, de Amadeo García Bertoni, que habíamos comprado ayer. Las desventuras de los Selpúlveda, la política exterior, el enfrentamiento entre carabineros y gendarmes en el 65… muchas historias mencionaban la ciudad de Tres Lagos, que era algo así como el último puesto de la autoridad por aquellos tiempos. Nos dio curiosidad entonces y nos desviamos unos 35 km antes de tomar la ruta 40 para ver como era hoy, si era algo. Encontramos un pueblito solitario en medio de la estepa: un par de hostels y de oficinas estatales. Tal vez un par de decenas de casas. Vimos una una estación de servicio sin bandera muy pintoresca en la salida/entrada. Tiene internet y hasta Mercado Pago… bueno, para la nafta no, eso se paga en efectivo. Los expendedores y algunas paredes estaban tapados de infinitos stickers de motoqueros, motorhome y otros viajeros de las rutas en general y las patagónicas en particular. Sacamos fotos, fuimos al baño y volvimos por los mismos 35 kilómetros para retomar el camino a Calafate.
Ya sobre la ruta 40 otra vez vimos un cóndor. Imposible sacarle fotos. En La Leona hicimos una pequeña parada para almorzar y vimos, por última vez, la cima borrosa de Fitz Roy. Más adelante, el Lago Argentino, volvía a insistir con sus turquesas apastelados.
De regreso en Calafate desembarcamos en el hotel y salimos a dar alguna vuelta. Reservamos una excursión clásica lacustre para el último día (no quedaban más disponibles) y tomamos un café. En el local no andaban los baños, al parecer un problema general del sistema de aguas pero, nos enteramos después que es una falla frecuente, probablemente falta de inversiones que llevan a todo a colapsar cuando sube la demanda.
Vistamos la Laguna Nimez que hoy es una reserva municipal. Recordábamos perfectamente que en nuestra visita histórica recorrimos esos pajonales vecinos al lago Argentino que ya nos habían gustado mucho. Ahora, al ser un área protegida, está llena de pájaros y patos… y estallada de flores de manzanilla. La visita tiene un sendero marcado con referencias para la flora yla fauna. El mirador para las aves permite observarlas con mucha discreción, especialmente si se cuenta con prismáticos.
Hacia la hora de cenar tuvimos un par de roces con el personal del hotel Imago. Supuestamente es un hotel cinco estrellas pero el servicio deja un poco que desear… pero no voy a aburrir con eso ahora. Voy a dejar mi reseña en Trip Advisor y en Google a fin de advertir a futuros viajeros.