domingo, 22 de enero de 2023

Cosas ricas y turismo creepy

 22 de enero, New Orleans

Llovió durante la noche, o por lo menos cada vez que me asomé a la ventana. Estamos en un piso cinco, pero esto no es Nueva York, así que es bastante alto. Podía ver la lluvia pegando en las ventanas y sobre los faros sobre Poydras St. Pero a la mañana ya no llovía aunque el pronóstico no era muy prometedor, al menos no tanto como para tomar el barco a vapor sobre el Misisipi. Así que salimos temprano a tomar un Cafe du Monde, a ver si lo lográbamos sin hacer cola. Y tuvimos suerte y hasta nos sentamos. Pedimos dos cafés con las famosas bignietes que, digamos todo, son tortas fritas con mucho azúcar impalpable. Pero estuvo bueno, sobre todo porque había una banda en la esquina justo frente a Jackson Square que nos hizo la mañana.

Para sortear la tormentita anunciada, optamos por meternos en el museo presbiteriano (Presbyterian Museum de Louisiana). Fue una gran decisión. La primera parte, dedicada al huracán Katrina, estaba llena de información técnica y emocional sobre el huracán más tremendo que azotó la zona. Buenas lecciones sobre los riesgos de no planificar y no hacer caso de lo que dicta el análisis. Ni hablar de los efectos del calentamiento global. El segundo piso, dedicado exclusivamente a las tradiciones relacionadas con Mardi Grass, los bailes de máscaras y los parades. Una vista linda y a tono con lo que uno espera de un museo ordenado y pensado con buen criterio artístico.


Cuando salimos ya había parado de llover, pero teníamos hambre. Nos metimos en un restaurante en la esquina de la plaza que se llamaba Stanley y probamos el Gumbo, un guiso típico (yo pedi la versión vegana, por las dudas) que es muy, muy rico. Quizá parecido a un guiso de lentejas nuestro, pero condimentado como los dioses.

Salimos de comer y nos metimos en la Iglesia de St. Louis. Es una basílica católica más parecida a las que vimos en Canadá que las que uno vería en latinoamérica. Tenía un monumento a Juan Pablo II y había sido bendecida por Francisco.


Para cuando salimos de la iglesia, había algo de sol. Caminamos hacia Canal St. y tomamos un tranvía (acá los llaman street car) para la zona de los cementerios. En realidad buscábamos el cementerio de St. Louis pero fuimos para otro lado bastante más lejos y bastante creepy donde hay varios cementerios juntos; Green wood, Cypress Grove, St. Patrick… las tumbas parecen todas bóvedas con monumentos muy cuidados y se ven directamente porque no hay paredones. Como nos dimos cuenta del error y estábamos bastante lejos, nos tomamos en seguida el tranvía en dirección contraria y volvimos. Nos orientamos mejor y nos bajamos cerca del cementerio de St Louis que encontramos fácil esta vez, sin embargo, no vimos mucho porque tiene muros cerrados… y te cobran una entrada de 25 dolares que ni locos íbamos a pagar. El cementerio es el más viejo de la ciudad y tiene muchas historias seguramente interesantes, pero que sé yo… nos pareció mucho.



Seguimos de largo entonces para el barrio francés nuevamente ahora haciendo la Royal St. hasta el fondo.

El objetivo era encontrar a Lalaurie Mansion una casa embrujadísima que nos pareció de lo más linda y nada creepy.


Volvimos caminando con la luz de un atardecer hermoso y nos sentamos, café y chocolate en mano a ver los barcos navegando el Mississippi.


Cenamos unas espinacas a la crema que estaban espectaculares en un lugar más o menos cerca del río, porque nada nos cerró en Bourbon St.: demasiado ruido, demasiada euforia.


sábado, 21 de enero de 2023

Jazz y una muela rota

 Llueve, no llueve, va a llover. El pronóstico es incierto y nos cuesta decidir qué hacer, así que salimos sin plan a caminar por el French Quarter. A medida que iba avanzando la mañana empezamos a ver la acumulación de turistas. Algunos balcones tienen la decoración típica de Mardi Grass… y algunos otros aún la de navidad. Como sea, acá los colores son verde, violeta y dorado… y no están en la bandera, pero como si estuvieran.



Estuve buscando sobre por qué esos colores y se dice que el violeta representa la justicia, el verde la fé católica (Lousiana fue colonia Francesa — un tiempo española, también — hasta que Napoleón se la vendió a EEUU en 1803 por 15 millones de dólares) y el dorado, el poder. La zona turística es muy pintoresca, por todas partes se siente el olor agradable de la comida muy diferente a cualquier otro lugar de EEUU que yo conozca.


Pasamos la mañana sacando fotos a los balcones, metiéndonos a chusmear en las tiendas donde venden condimentos, muñecas listas para el voodoo y máscaras de carnaval.

Hay una plaza, Jackson Square, al estilo español, con la iglesia y el cabildo. Resulta raro ver ese layout con la bandera de EEUU. Por todos lados se escucha música, rock, jazz… y algo de rap también. Los turistas están por todas partes, muchos con disfraces y boas de color, como preparados para un carnaval fuera de temporada.



Como temíamos lluvia (no sucedió al final) nos metimos en el Museo del Jazz. Quizá lo más interesante para ver ahí es una trompeta que, supuestamente, fue importante en la formación musical de Louis Amstrong. Algo inesperado fue que justo hay un Festival de Cigar Box Guitar y con entrada al museo pudimos ver un pequeño concierto. Escuchamos a un músico muy joven haciendo rock, jazz y blues. Un crac. Sobre el escenario contó algo sobre estos instrumentos de fabricación casera y artesanal que suenan increíbles. A la salida había subasta de algunas de estas guitarras de cajas de cigarrillos en subasta. La mujer que atendía el stand nos animaba a probarlas pero me dió miedo…



De vuelta al hotel se me rompió una muela y entré en pánico. Adrián fue a comprarme algo al Walgreens porque me empezó a doler. Me consiguió una pasta para arreglos provisorios. Espero resistir hasta la vuelta.


viernes, 20 de enero de 2023

Un indio fan de Messi en New Orleans

 Amaneció bastante despejado para lo que venía. Como el aeropuerto de Newark quedaba a solo unos 15 minutos pudimos hacer los trámites de dejar el auto con mucha calma y sin correr. Salíamos en vuelo de United por la Terminal A, que es nueva y realmente hermosa.

El vuelo fue tranquilo, un poco menos de unas cuatro horas y llegó a New Orleans a horario. Tomamos el auto de alquiler y entramos a la ciudad por la autopista. El paisaje es llano y lo más parecido a la pampa húmeda que ví fuera de Argentina en mi vida. Pero todo es grande y enorme como todo en EEUU.




Sin embargo, el carácter de New Orleans es muy distinto a otras versiones de EEUU. De entrada, llaman la atención los cementerios al margen de la autopista, con bóvedas construidas al estilo latino, pero sin paredones y rodeadas de pasto, más al estilo inglés. Ya después, dando una vuelta por la zona histórica (French Quarter) vimos un poco más las postales típicas que Disney recrea con mucha más prolijidad en Disneyland.



De camino de regreso al hotel nos metimos en un bar a degustar unas cervezas mientras una banda tocaba jazz. Nos sentamos en la barra. Un muchacho nos preguntó por la degustación de cervezas que habíamos pedido. Resultó que el muchacho era indio (hacia 15 años que vivía en New Orleans) y tremendo fan de Messi. Se emocionó tanto con que éramos argentinos que nos invitó a las cervezas y nos dió charla de fútbol por un buen rato. Que locura. Nos dijo que en india juegan a cricket por dinero pero que a todos les gusta mas el futbol. Que se dividen entre hinchas de Alemania, Brasil o Argentina y que él había sido desde siempre hincha de Argentina. Y que había seguido los nuestros festejos y hasta la llegada de Messi a Rosario.



Volvimos caminando mientras caímos en la cuenta de que estamos alojados en un hotel histórico con fama de embrujado. Por cierto, el hotel Le Pavillon  es un poco estrafalario. Pero ya escribiré luego sobre eso… hoy estamos re cansados!



jueves, 19 de enero de 2023

Everything is legal in new jersey

 19 de enero, New Jersey


Un día a las corridas. Desayunar, armar las valijas, correr al auto y, bajo la lluvia, despedirnos de Killington. Las cuatro horas de autopista nos llevaron a New Jersey cerca del aeropuerto de Newmark ya que mañana saldríamos para New Orleans. Pero, por el momento, solo dimos una vuelta turbia y oscura para comer en un Chipotle de limpieza dudosa. Lo que siguió fue llevar a Sissi hasta el JFK porque ella ya se volvía para Buenos Aires. No fue fácil llegar con el auto, aún con el gps. Por suerte salimos con tiempo porque el tráfico era una locura. El broche de oro del stress fue una demora del avión de American Airlines de más de dos horas, aparentemente por un aire acondicionado.


Cinco días de esquí

 Día uno:

Nieve artificial por suerte porque de la que manda dios, hay poca. Mucho hielo y feriado largo gracias a Luther King. Frío sin viento y algo de hielo. Bastante gente. Esquíamos desde temprano y almorzamos en Sunrise. La nueva app del centro de esquí está muy buena pero me dejó de trackear al medio día así que no sé bien cuanto esquié.

En una subida por la góndola subimos con una familia cuya hijita era jugadora de Soccer. Hinchó por Francia, nos dijo el padre y, como le dijimos que éramos argentinos, nos ofreció arrojarla por la ventana. Simpáticos los gringos. En la parada intermedia subió otro con gorro de cowboy que parecía Clint Eastwood. Mientras se clavaba un trago con su petaca, dijo que su sueño era vivir siempre en invierno para esquiar sin parar. Un buen plan para cuando se retirara.

Me caí una sola vez. Un snowboard me atropelló por detrás. Pero fue un incidente menor.


Día dos:

Salió el sol y las máquinas de nieve funcionaron toda la noche. Nos apuramos a esquiar por la mañana porque nos dijeron que, siendo domingo, la gente llega más tarde. Hay muchas pistas que no están abiertas, no nos preocupa mucho por el momento, tenemos para divertirnos. Igual, el hielo se siente… nunca vimos tan complicadas las pistas por aca. Decí que los esquíes del rental son magníficos y clavas el filo como si nada.

La app de trackeo anda cuando se le canta, no queda muy claro por qué. Igual, esquiamos mucho aunque eligiendo bien las rutas, porque las pistas están difíciles.

De vuelta en el hotel los housekeeper nos dejaron una notita de “Vamos Argentina!”, porque son argentinos y se ve que reconocieron las evidencias argentas en nuestra habitación.

A la noche vimos Andrómeda por la ventana y también las Pléyades que acá se ven re altas y con Orión, con la espada hacia abajo.



Día tres:

Sin sol. No tanto viento como el que imaginábamos. Nieve artificial, tan seca que parece telgopor primero y azúcar con las pasadas. Muy diferente a la nieve honda y húmeda de Caviahue (uh, voy a tener que hacer un diario de Caviahue para la próxima!). Como el día no era muy bonito, tampoco había demasiada gente. Comimos lentejas en el nuevo lodge del K1 que es muy elegante quizá demasiado para mi gusto. A la tarde hice una pista negra y no me caí. Convengamos que sin gente todo es más fácil.


Día cuatro:

Sol hermoso por la mañana, un auténtico blue bird day. Poca gente en la montaña, más que ideal para probar algunas pistas un poquito más difíciles. Comimos un poco pesado, mucha fritanga, pero al aire libre, en Bear Mountain. Nos quedamos medio pipones para la tarde. Después se nubló. Las últimas pistas fueron bajo el agua nieve.


Día cinco:

El último día de esquí siempre tiene algo de nostalgia anticipada. Esquiar es como un estado de meditación que se interrumpe hasta nuevo aviso. Amaneció feo pero fue mejorando de a ratos y por sectores, subíamos con sol discreto, luego aguanieve, nube y viento blanco. Bajando, el proceso se invertía. Esquiamos mucha nieve sopita y algo de nieve fresca. Fue un buen día para animarse a las pistas más difíciles y despedirnos de la montaña.





viernes, 13 de enero de 2023

Chocolates de izquierda en la capital de Vermont

Mientras desayunábamos tuvimos que aceptar que el día no sería compatible con el esquí. Si bien había nevado mucho días atrás, ahora llovía y demasiado. Arreglamos el rental de equipos y cambiamos planes para ir a pasear un poco. No queríamos ir muy lejos porque ya habíamos viajado bastante el día anterior así que pensamos en Montpellier, la capital de Vermont que no quedaba tan lejos y que nunca habíamos ido. A medida que avanzaba la mañana, la lluvia se calmó y hasta por momentos se hizo algún agujerito modesto en el cielo. Montpellier nos sorprendió. De tamaño es un pueblito mínimo no muy diferente a otros pueblitos de Nueva Inglaterra, con sus iglesias de piedra y sus casitas de madera como armadas para una atracción de Disney.

Montpellier, Vermont

Pero el centro de visitantes era especialmente cálido y nos gustó verlo.



Dentro del centro de visitantes

Después caminamos algunas cuadras y nos metimos en la legislatura del estado de Vermont que estaba abierta al público durante las sesiones. Mientras ingresábamos vimos salir toda una familia amish que nos saludó con gestos tímidos. El edificio por dentro nos pareció elegante, con un estilo inglés antiguo, diría.

Adentro de la legislatura

Nos recibió un señor que nos quiso dar información y nos dejó pasar a mirar un poco… estuvimos chusmeando por el edificio hasta que nos dio vergüenza. De ahí seguimos por el pequeño centro comercial donde había varios lugares para comer bastante lindos. Nos metimos el más progre de todos: Rabble-Rouser Chocolate Craft lleno de carteles políticos y decoración a tono aunque pulcra… y hasta chocolates con la imagen de Bernard Sanders. Tardaron un montón en traernos una sopa con arroz (nos avisaron la demora y se disculparon) pero honestamente valió la pena. Dos lecciones importantes sobre este café temático muy de izquierda: el nivel de la comida era muy bueno aun para EEUU donde incluso pagando caro no te termina de cerrar el menú (¿será a lo mejor la influencia francesa en esta latitudes?) y la limpieza inmaculada del lugar, cosa inimaginable para un emprendimiento para semejante target en Buenos Aires. 

Chocolate con canabis


Sí, probé el chocolate con cannabis de la foto. Aceptable pero nada especial que decir excepto que cada corazoncito salia 3 dólares!

De regreso al hotel tuvimos un atascamiento en el tráfico por un accidente en la ruta. Estuvimos casi una hora trabados sin saber qué pasaba. Finalmente entendimos: un camión cisterna había perdido el control sobre el hielo y se había llevado por delante una camioneta. Creemos que no salió nadie herido porque había policia pero no vimos ambulancia.

Al final, cuando salimos del atascamiento se nos hizo de noche cerrada otra vez. Al menos no llovía. Pero la temperatura empezó a bajar rápido  así que hicimos algunas otras compras de supermercado y ya nos fuimos derecho para el hotel sin más novedad que ver de cerca como es que funcionan las barredoras que limpian de nieve las banquinas y tiran sal sobre el asfalto.


miércoles, 11 de enero de 2023

De Brooklyn a Hamilton

Fue un día gris, sin lluvia ni nieve ni viento. Gris nomás, de invierno largo y cómodo. Hemos visto fríos de temer, no es el caso, pero estamos desaclimatados así que salimos con prudencia, bastante abrigados después de un preventivo desayuno generoso. El objetivo era dar un paseíto por Brooklyn, para lo que elegimos tomar el ferry. Fue una excelente decisión que nos dió una linda vista del skyline de Manhattan. Embarcamos sobre el East River (se nos ocurrió que podíamos llamarlo anti Hudson) y después de pasar debajo del puente de Manhattan y del de Brooklyn llegamos a DUMBO y recorrimos la zona del Bridge Park que nos gustó mucho y nos dio una vista panorámica del World Trade Center y la estatua de la Libertad.



Después empezamos a dar algunas vueltas por la zona residencial hasta downtown. Almorzamos en el Dekalb Market Hall donde elegimos comida polaca, unos pierogi a lo yanqui con pepinos y remolachas. Estaba aceptable, digamos.


                                                                
Brooklyn


Después paseamos un poco por las tiendas y tomamos el subte para volver. El viaje en subte es largo y, al menos el trayecto por el que optamos, pasa sobre el puente de Manhattan. Bajamos en Central Park y vimos como los perros corrían a las ardillas. Después volvimos por la sexta y vimos que una celebridad ingresaba a los estudios de la NBC para el show Jimmy Fallon… una rubia que vi perfecto pero que no reconocí y no tengo la menor idea de por qué había gente queriendo sacarle fotos. De ahí pasamos por el Rockefeller Center, con su arbol decorado y sus patinadores, hasta el hotel, así descansabamos un poco… antes del teatro.



Central Park

En el hotel Riu teníamos la cena incluida que se sirve de 6:30 a 22 (el restaurante se llama The Theatre Buffet) pero el horario no es muy compatible con ir al teatro porque los shows en Broadway comienzan a las 19 y terminan a las 22 o más tarde. Igual nos la arreglamos para comer a las apuradas… por suerte el Richard Rodgers Theatre quedaba a una cuadra del Riu, así que simplemente volamos después de picar algo en el restaurante. Y sí, vimos Hamilton, qué decir! Un show espléndido de los que te quedás con ganas de aplaudir más del tiempo que saludan los artistas. ¡Quedé tan manija que me compré la biografía de Hamilton sobre la que se inspiró el musical!





martes, 10 de enero de 2023

Volver…

 New York, 10 de enero 2023

Hace un par de años que no volamos a NY, porque pasaron cosas y entre ellas pasó el covid. Así que volver aunque sea de paso tiene siempre alguna expectativa, aunque solo sea por la curiosidad de ver como cambian las cosas o, por lo menos, como cambiamos nosotros. Ir para el frío desde los 35 grados de Buenos Aires siempre es tentador, más que veníamos de pasarla lindo en Villa Gesell (nunca hablo en Gesell en este blog, quizá porque no lo sienta sino como mi casa y uno un lugar turístico, pero no es muy justo la verdad. Creo que debería escribir alguna vez.) Pero como siempre en la salida de Ezeiza uno tiene cierta euforia, como si fuera a liberarse de algo realmente. Ayudó a nuestra euforia que Adrián tenía un pase VIP para migraciones y lounge de espera que nos hizo la noche evitando las hordas de gente en el aeropuerto. Me pregunto si es que tanta gente viaja realmente o que Ezeiza es vergonzosamente chico para una ciudad como CABA. Como sea, el avión de American Airlines salió demorado. No sabemos bien por qué, pero creemos que es porque el avión estaba al tope y pedían si alguien se ofrecía para despachar sin cargo parte del equipaje de mano, cosa que hicimos. Viajar en turista es cada vez más incómodo. Casi no hay espacio y cuesta relajarse mínimamente para dormir algo, pero esa no es mucha novedad, así como tampoco la espantosa comida a bordo. Fue divertido, eso sí, un contingente de adolescentes intensos de algún club judio argento que, por suerte para los pasajeros, bajaba los decibeles futboleros a la llamada de atención de la madrij y las pocas pulgas de la azafata cubanoamericana.

Llegamos al JFK en hora, nos tomamos el Air Train (tuvimos que sacar tarjeta nueva, se nos había vencido) y luego el subte hasta Manhattan, hasta nuestro hotel cerca de los teatros. Llegamos un poco cansados e invertimos el día en algunas vueltas random alrededor de los trámites que teníamos que hacer. Algunas conclusiones preliminares del primer día:

  • Sobre NY amigos me preguntan si es verdad que está tan caro… la verdad es que es difícil saber si está caro o nosotros estamos más pobres. Es todo muy raro, muy inestable, confuso. Preferimos no convertir porque el que convierte no se divierte. Nos atenemos al presupuesto previo, y listo.

  • El subte nos pareció mucho más roñoso que lo que recordábamos pero se puede pagar directamente con la tarjeta de crédito en el molinete lo cual es un golazo.

  • Hay partes de la ciudad que parecen Ciudad Gótica (el día nublado no ayuda mucho)

  • Las oficinas del correo casi tan turbias como las del correo argentino

  • Hay muchos, pero muchos autos eléctricos: los reconoces porque no tienen caño de escape.

  • Hay gente que sigue usando barbijo.

  • Todo huele a marihuana por todas partes.




Fue divertido tambien, visitar la tienda de merchandising de Harry Potter, hasta nos tomamos una Butter Beer...

Veremos qué vemos de nuevo mañana…