martes, 30 de enero de 2024

Una ciudad en la altura

Bogotá, 30 de enero 

Nos levantamos antes de las cuatro de la mañana, no se bien para qué porque llegamos al aeropuerto en cinco minutos mas o menos no había nadie de nadie. Al rato llegaron una personas y muuucho después, los empleados de LATAM. Teníamos miedo de que pasara algo raro y preferimos seguir las instrucciones al pie de la letra, pero fue un exceso. El avión salió en hora y llegó en hora. 

El aeropuerto de Bogotá, se llama El Dorado, como la leyenda. Me impresionó lo grande y lo moderno. Mucho más que Ezeiza. Pero mucho, eh? Como estamos cansados pedimos un taxi al hotel. El conductor realmente muy simpático y, como todos acá, intentó vendernos servicio de guía… cosa que declinamos amablemente con un tal vez. El hotel está cerca del parque de la 93, un área muy cool quizá más parecida a un Nuñez que a Palermo. Todo es muy moderno, muy limpio y muy for export. Dejamos las valijas pero, como aún faltaba para poder hacer check in, nos fuimos a visitar la ciudad. Desayunamos en un café — vivero hermoso que tenía un menú moderno y unas orquídeas increíbles.


Después nos tomamos un Uber rumbo a la Candelaria donde está el casco histórico de la ciudad. El viaje fue largo, como unos 20 minutos. En el mapa no parece mucho pero las vueltas entre subidas y bajadas son muchas. Cuesta imaginar cómo movernos en esta ciudad con transporte público. Aprender requeriría bastante tiempo. En el casco histórico caminamos por una peatonal medio fulera llena de vendedores hasta llegar a la parte más turística en la cual entramos al Museo del Oro, con una colección enorme de piezas precolombinas mucho más extenso que el que habíamos visto en Cartagena. En especial, me encantó ver la Balsa representando la leyenda de El Dorado, sobre todo porque yo había escrito una reseña sobre eso en mi Instagram de estampillas. De ahí fuimos a tomar una limonada de café con arepas en un local hermoso y muy cool. Y para terminar las visitas, entramos en el Museo de la Esmeralda que quedaba en el edificio de Avianca en un piso 23. La vista de la montaña desde allí fue espectacular y, mientras esperábamos la visita guiada pude hacer un video en hiperlapso que quedó genial. En el museo de las esmeraldas nos contaron algunas cosas interesantes sobre geología y las minas de esmeraldas, aunque lo más lindo fue ver las joyas que tenían, algunas en exposición y otras en venta, de las que no nos dejaron sacar fotos.


Al salir de ahí, fuimos para la Plaza Bolívar, donde está la iglesia y varios edificios emblemáticos.


El dato curioso es que encontramos una especie de convocatoria mistico política de una tal Regina 11 de la que no teníamos la menor idea. Muchos seguidores con túnicas y atuendos extravagantes, levantaban las manos haciendo una señal mitad rezo, mitad atena de energía. La googleamos luego para saber de qué se trataba y al parecer es una exs-enadora que fundó una especie de religión new age… y como que recientemente volvio al ruedo politico mas allá de haber pasado los 80 años.

Dimos una vuelta por el barrio histórico que es pintoresco, sobre todo por el marco de las montañas verdes, que parece como contener a la ciudad. Pero avanzada la tarde nos pedimos otro Uber para volver al hotel porque el cansancio nos estaba empezando a dejar en modo zombies.

De regreso al hotel en el Uber pudimos volver a ver la ciudad. Se intercalan zonas muy pobres, que parecen villas con zonas muy modernas y lujosas… que hasta tienen alambres electrificados en sus medianeras. Sin duda la pobreza está ahí, pero como camuflada en la belleza escandalosa  de la montaña selvática.

El hotel es hermoso. El mejor del viaje. Lastima que vayamos a pasar aquí una sola noche.


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