miércoles, 31 de enero de 2024

La maratón del último día de viaje

 Bogotá, 31 de enero

No sé si es la altura, el bajón del fin de las vacaciones…o la maratón que nos impusimos para llevarnos algo de Bogotá que quedamos destruídos. Dispuestos a aprovechar a full el último día, nos tomamos un Uber hasta el pie del cerro Montserrat, una montaña verde con una iglesia en su cima. El Uber atravesó media ciudad dando vueltas que casi no podíamos entender. Ahí tomamos un teleférico que nos llevó casi en sentido vertical muy rápido hacia arriba. Vimos que también hay un funicular. Pensamos que quizá lo habilitan cuando hay mucha más gente porque el aparecer puede llegar a ser un lugar bastante concurrido. Hubiera sido hermoso subir a pie o al menos, bajar.

El camino aunque empinado parecía accesible y sin duda hubiera sido un plan encantador observar los pájaros y la vegetación selvática. Pero cortos de tiempo, ni siquiera consideramos la posibilidad. El templo, arriba, es espacioso y con algunas partes, bastante modernas. Hay una virgen negra. 


Estuvimos un buen rato ahí, mirando hacia el paisaje y tratando de reconocer la Plaza Bolívar donde habíamos estado ayer. También dimos algunas vueltas por las tienditas de artesanías y comestibles. Tomamos té de coca para aliviar el mal de altura. Nos imaginamos que el lugar podría llegar a estar totalmente desbordado de gente y tremendamente concurrido… una especie de Luján, pero hacia arriba.

Después de descender en el mismo teleférico, comenzamos a caminar en dirección al área histórica. A mitad de camino dimos con la quinta de Bolívar que, aunque medio cara nos pareció la entrada, decidimos visitarla. Puede verse la vivienda muy bien restaurada con objetos como muebles y vajilla que pertenecieron a Bolívar. El jardín es muy grande y está poblado de plantas añosas. Desde la quinta puede verse el cerro, es un lugar estratégicamente bello.

Al salir de la quinta bajamos por una zona quizá algo bohemia, muy grafiteada, que en todo un sector estaba en obra.

Al llegar a la ciudad, después de tomar un café visitamos el museo de Botero y finalmente, el museo militar.

Para entonces ya había pasado el mediodía y estando demasiado cansados optamos por tomar un Uber de regreso al hotel.

En mitad del camino nos agarró una lluvia tropical imponente y tuvimos que hacer malabares para llegar.

Decidimos venir antes para el aeropuerto y menos mal, porque el check in fue caótico.


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