martes, 11 de julio de 2023

Everything is legal in new jersey

 19 de enero, New Jersey


Un día a las corridas. Desayunar, armar las valijas, correr al auto y, bajo la lluvia, despedirnos de Killington. Las cuatro horas de autopista nos llevaron a New Jersey cerca del aeropuerto de Newmark ya que mañana saldríamos para New Orleans. Pero, por el momento, solo dimos una vuelta sobre turbia y oscura para comer en un Chipotle de limpieza dudosa. Lo que siguió fue llevar a Sissi hasta el JFK porque ella ya se volvía para Buenos Aires. No fue fácil llegar con el auto, aún con el gps. Por suerte salimos con tiempo porque el tráfico era una locura. El broche de oro del stress fue una demora del avión de American Airlines de más de dos horas, aparentemente por un aire acondicionado.


Cinco días de esquí

 Día uno:

Nieve artificial por suerte porque de la que manda dios, hay poca. Mucho hielo y feriado largo gracias a Luther King. Frío sin viento y algo de hielo. Bastante gente. Esquíamos desde temprano y almorzamos en Sunrise. La nueva app del centro de esquí está muy buena pero me dejó de trackear al medio día así que no sé bien cuanto esquié.

En una subida por la góndola subimos con una familia cuya hijita era jugadora de Soccer. Hinchó por Francia, nos dijo el padre y, como le dijimos que éramos argentinos, nos ofreció arrojarla por la ventana. Simpáticos los gringos. En la parada intermedia subió otro con gorro de cowboy que parecía Clint Eastwood. Mientras se clavaba un trago con su petaca, dijo que su sueño era vivir siempre en invierno para esquiar sin parar. Un buen plan para cuando se retirara.

Me caí una sola vez. Un snowboard me atropelló por detrás. Pero fue un incidente menor.


Día dos:

Salió el sol y las máquinas de nieve funcionaron toda la noche. Nos apuramos a esquiar por la mañana porque nos dijeron que, siendo domingo, la gente llega más tarde. Hay muchas pistas que no están abiertas, no nos preocupa mucho por el momento, tenemos para divertirnos. Igual, el hielo se siente… nunca vimos tan complicadas las pistas por aca. Decí que los esquíes del rental son magníficos y clavas el filo como si nada.

La app de trackeo anda cuando se le canta, no queda muy claro por qué. Igual, esquiamos mucho aunque eligiendo bien las rutas, porque las pistas están difíciles.

De vuelta en el hotel los housekeeper nos dejaron una notita de “Vamos Argentina!”, porque son argentinos y se ve que reconocieron las evidencias argentas en nuestra habitación.

A la noche vimos Andrómeda por la ventana y también las Pléyades que acá se ven re altas y con Orión, con la espada hacia abajo.



Día tres:

Sin sol. No tanto viento como el que imaginábamos. Nieve artificial, tan seca que parece telgopor primero y azúcar con las pasadas. Muy diferente a la nieve honda y húmeda de Caviahue (uh, voy a tener que hacer un diario de Caviahue para la próxima!). Como el día no era muy bonito, tampoco había demasiada gente. Comimos lentejas en el nuevo lodge del K1 que es muy elegante quizá demasiado para mi gusto. A la tarde hice una pista negra y no me caí. Convengamos que sin gente todo es más fácil.


Día cuatro:

Sol hermoso por la mañana, un auténtico blue bird day. Poca gente en la montaña, más que ideal para probar algunas pistas un poquito más difíciles. Comimos un poco pesado, mucha fritanga, pero al aire libre, en Bear Mountain. Nos quedamos medio pipones para la tarde. Después se nubló. Las últimas pistas fueron bajo el agua nieve.


Día cinco:

El último día de esquí siempre tiene algo de nostalgia anticipada. Esquiar es como un estado de meditación que se interrumpe hasta nuevo aviso. Amaneció feo pero fue mejorando de a ratos y por sectores, subíamos con sol discreto, luego aguanieve, nube y viento blanco. Bajando, el proceso se invertía. Esquiamos mucha nieve sopita y algo de nieve fresca. Fue un buen día para animarse a las pistas más difíciles y despedirnos de la montaña.





viernes, 13 de enero de 2023

Chocolates de izquierda en la capital de Vermont

Mientras desayunábamos tuvimos que aceptar que el día no sería compatible con el esquí. Si bien había nevado mucho días atrás, ahora llovía y demasiado. Arreglamos el rental de equipos y cambiamos planes para ir a pasear un poco. No queríamos ir muy lejos porque ya habíamos viajado bastante el día anterior así que pensamos en Montpellier, la capital de Vermont que no quedaba tan lejos y que nunca habíamos ido. A medida que avanzaba la mañana, la lluvia se calmó y hasta por momentos se hizo algún agujerito modesto en el cielo. Montpellier nos sorprendió. De tamaño es un pueblito mínimo no muy diferente a otros pueblitos de Nueva Inglaterra, con sus iglesias de piedra y sus casitas de madera como armadas para una atracción de Disney.

Montpellier, Vermont

Pero el centro de visitantes era especialmente cálido y nos gustó verlo.



Dentro del centro de visitantes

Después caminamos algunas cuadras y nos metimos en la legislatura del estado de Vermont que estaba abierta al público durante las sesiones. Mientras ingresábamos vimos salir toda una familia amish que nos saludó con gestos tímidos. El edificio por dentro nos pareció elegante, con un estilo inglés antiguo, diría.

Adentro de la legislatura

Nos recibió un señor que nos quiso dar información y nos dejó pasar a mirar un poco… estuvimos chusmeando por el edificio hasta que nos dio vergüenza. De ahí seguimos por el pequeño centro comercial donde había varios lugares para comer bastante lindos. Nos metimos el más progre de todos: Rabble-Rouser Chocolate Craft lleno de carteles políticos y decoración a tono aunque pulcra… y hasta chocolates con la imagen de Bernard Sanders. Tardaron un montón en traernos una sopa con arroz (nos avisaron la demora y se disculparon) pero honestamente valió la pena. Dos lecciones importantes sobre este café temático muy de izquierda: el nivel de la comida era muy bueno aun para EEUU donde incluso pagando caro no te termina de cerrar el menú (¿será a lo mejor la influencia francesa en esta latitudes?) y la limpieza inmaculada del lugar, cosa inimaginable para un emprendimiento para semejante target en Buenos Aires. 

Chocolate con canabis


Sí, probé el chocolate con cannabis de la foto. Aceptable pero nada especial que decir excepto que cada corazoncito salia 3 dólares!

De regreso al hotel tuvimos un atascamiento en el tráfico por un accidente en la ruta. Estuvimos casi una hora trabados sin saber qué pasaba. Finalmente entendimos: un camión cisterna había perdido el control sobre el hielo y se había llevado por delante una camioneta. Creemos que no salió nadie herido porque había policia pero no vimos ambulancia.

Al final, cuando salimos del atascamiento se nos hizo de noche cerrada otra vez. Al menos no llovía. Pero la temperatura empezó a bajar rápido  así que hicimos algunas otras compras de supermercado y ya nos fuimos derecho para el hotel sin más novedad que ver de cerca como es que funcionan las barredoras que limpian de nieve las banquinas y tiran sal sobre el asfalto.


miércoles, 11 de enero de 2023

De Brooklyn a Hamilton

Fue un día gris, sin lluvia ni nieve ni viento. Gris nomás, de invierno largo y cómodo. Hemos visto fríos de temer, no es el caso, pero estamos desaclimatados así que salimos con prudencia, bastante abrigados después de un preventivo desayuno generoso. El objetivo era dar un paseíto por Brooklyn, para lo que elegimos tomar el ferry. Fue una excelente decisión que nos dió una linda vista del skyline de Manhattan. Embarcamos sobre el East River (se nos ocurrió que podíamos llamarlo anti Hudson) y después de pasar debajo del puente de Manhattan y del de Brooklyn llegamos a DUMBO y recorrimos la zona del Bridge Park que nos gustó mucho y nos dio una vista panorámica del World Trade Center y la estatua de la Libertad.



Después empezamos a dar algunas vueltas por la zona residencial hasta downtown. Almorzamos en el Dekalb Market Hall donde elegimos comida polaca, unos pierogi a lo yanqui con pepinos y remolachas. Estaba aceptable, digamos.


                                                                
Brooklyn


Después paseamos un poco por las tiendas y tomamos el subte para volver. El viaje en subte es largo y, al menos el trayecto por el que optamos, pasa sobre el puente de Manhattan. Bajamos en Central Park y vimos como los perros corrían a las ardillas. Después volvimos por la sexta y vimos que una celebridad ingresaba a los estudios de la NBC para el show Jimmy Fallon… una rubia que vi perfecto pero que no reconocí y no tengo la menor idea de por qué había gente queriendo sacarle fotos. De ahí pasamos por el Rockefeller Center, con su arbol decorado y sus patinadores, hasta el hotel, así descansabamos un poco… antes del teatro.



Central Park

En el hotel Riu teníamos la cena incluida que se sirve de 6:30 a 22 (el restaurante se llama The Theatre Buffet) pero el horario no es muy compatible con ir al teatro porque los shows en Broadway comienzan a las 19 y terminan a las 22 o más tarde. Igual nos la arreglamos para comer a las apuradas… por suerte el Richard Rodgers Theatre quedaba a una cuadra del Riu, así que simplemente volamos después de picar algo en el restaurante. Y sí, vimos Hamilton, qué decir! Un show espléndido de los que te quedás con ganas de aplaudir más del tiempo que saludan los artistas. ¡Quedé tan manija que me compré la biografía de Hamilton sobre la que se inspiró el musical!





martes, 10 de enero de 2023

Volver…

 New York, 10 de enero 2023

Hace un par de años que no volamos a NY, porque pasaron cosas y entre ellas pasó el covid. Así que volver aunque sea de paso tiene siempre alguna expectativa, aunque solo sea por la curiosidad de ver como cambian las cosas o, por lo menos, como cambiamos nosotros. Ir para el frío desde los 35 grados de Buenos Aires siempre es tentador, más que veníamos de pasarla lindo en Villa Gesell (nunca hablo en Gesell en este blog, quizá porque no lo sienta sino como mi casa y uno un lugar turístico, pero no es muy justo la verdad. Creo que debería escribir alguna vez.) Pero como siempre en la salida de Ezeiza uno tiene cierta euforia, como si fuera a liberarse de algo realmente. Ayudó a nuestra euforia que Adrián tenía un pase VIP para migraciones y lounge de espera que nos hizo la noche evitando las hordas de gente en el aeropuerto. Me pregunto si es que tanta gente viaja realmente o que Ezeiza es vergonzosamente chico para una ciudad como CABA. Como sea, el avión de American Airlines salió demorado. No sabemos bien por qué, pero creemos que es porque el avión estaba al tope y pedían si alguien se ofrecía para despachar sin cargo parte del equipaje de mano, cosa que hicimos. Viajar en turista es cada vez más incómodo. Casi no hay espacio y cuesta relajarse mínimamente para dormir algo, pero esa no es mucha novedad, así como tampoco la espantosa comida a bordo. Fue divertido, eso sí, un contingente de adolescentes intensos de algún club judio argento que, por suerte para los pasajeros, bajaba los decibeles futboleros a la llamada de atención de la madrij y las pocas pulgas de la azafata cubanoamericana.

Llegamos al JFK en hora, nos tomamos el Air Train (tuvimos que sacar tarjeta nueva, se nos había vencido) y luego el subte hasta Manhattan, hasta nuestro hotel cerca de los teatros. Llegamos un poco cansados e invertimos el día en algunas vueltas random alrededor de los trámites que teníamos que hacer. Algunas conclusiones preliminares del primer día:

  • Sobre NY amigos me preguntan si es verdad que está tan caro… la verdad es que es difícil saber si está caro o nosotros estamos más pobres. Es todo muy raro, muy inestable, confuso. Preferimos no convertir porque el que convierte no se divierte. Nos atenemos al presupuesto previo, y listo.

  • El subte nos pareció mucho más roñoso que lo que recordábamos pero se puede pagar directamente con la tarjeta de crédito en el molinete lo cual es un golazo.

  • Hay partes de la ciudad que parecen Ciudad Gótica (el día nublado no ayuda mucho)

  • Las oficinas del correo casi tan turbias como las del correo argentino

  • Hay muchos, pero muchos autos eléctricos: los reconoces porque no tienen caño de escape.

  • Hay gente que sigue usando barbijo.

  • Todo huele a marihuana por todas partes.




Fue divertido tambien, visitar la tienda de merchandising de Harry Potter, hasta nos tomamos una Butter Beer...

Veremos qué vemos de nuevo mañana…



viernes, 11 de febrero de 2022

Una remake del catamarán de aproximación a los glaciares

 El Chalten, 11 de febrero 2022

Como habíamos programado, hoy hicimos excursión lacustre por el Lago Argentino, esas excursiones que uno solía decir “del catamarán” pero que ahora les dicen crucero. Habíamos hecho algunas parecidas, pero esta es nueva. Sale temprano a la mañana y lleva un ganado importante. La mayoría argentinos pero también un grupete de brasileros que durmieron buena parte del trayecto. Arrancamos tipo 9 de la mañana de Puerto La Soledad. La nave de varios niveles llevaba más de cien almas, seguro. Varios guías que emitían su speech primero en castellano y después en inglés, música suave de fondo, baños óptimos, cafetería. El trayecto arranca por el glaciar seco y el Spegazzini. A estos nunca los habíamos visto. El Spegazzini es muy alto y pareciera que se acerca bastante. La gente se emociona, se vuelve loca. Se sacan fotos con pedazos de hielo. A mí me irrita un poco el gallinerío, el hielo me da silencio, meditación. Pero la alegría es contagiosa, no está tan mal tan poco.




Después nos acercamos al Upsala. El Upsala es el más grande pero también, el que retrocede más rápido. Siempre menciono a propósito del calentamiento global que cuando lo vimos con intervalo de seis años notamos ese retroceso a simple vista. Y no importa entrar el debate de los recuerdos reconstruidos, mencionan todo el tiempo el tremendo desgranamiento del Upsala. De hecho, no es posible acercarse mucho porque está prohibido navegar cerca. Lo vimos bastante de lejos y acabamos haciendo foco en los tremendos témpanos que se acercan al canal.



Bahía de las Vacas


De ahí nos llevaron a la bahía de las vacas, que es una costa del lago donde, al parecer, un nóridco había venido con la misión de llevarse a las vacas salvajes que quedaban de la época en que las primeras estancias fueron cedidas a Parques Nacionales… pero después se fue, porque las cosas resultaron trágicas. Nos hacen bajar del barquito y vamos en grupetes en fila india por un senderito de menos de un kilómetro. El paseo es agradable, no sopla demasiado el viento y la guía se esfuerza por transmitir la emoción de la gente que le vino a poner el cuerpo al viento y al frío en estas latitudes mundocúlicas. Media hora después, volvemos al barco para almorzar. Nosotros no contratamos el servicio de viandas esta vez. Estamos hartos de los sánguches… pero cuando vemos las box lunch y el olorcito… medio que nos da un poco de envidia.



Seguimos por el Canal de los Témpanos para el Perito Moreno. Las guías se toman su tiempo para explicar quién fue Francisco Moreno y por qué perito y por qué el glaciar. La historia es vieja y repetida pero asumo que el público se renueva. También vuelven a explicar las cuestiones técnicas en general de los glaciares y la particularidad del Perito Moreno… ¿por qué es tan famoso? Por su accesibilidad, porque está en equilibrio y ¡por sus rupturas! Algo dijo respecto a que uno observa cierto retroceso lateral… yo pensé eso cuando lo ví otra vuelta esta vez. Pero mencionó que los expertos dicen que esto no es relevante… Como sea, luego de los detalles técnicos tuvimos un tiempo zen para observar. De pronto un tempano se dio vuelta… y fue algo interesante, muy diferente a un desprendimiento. Después, como parte del show, cuando el barco se dio vuelta, nos invitaron a subir la cubierta para una “despedida” al glaciar. Pusieron entonces la canción a la bandera. Bien explotado el timming patriótico. Muchos de los pasajeros medio que se emocionaron. Otros medio que decían WTF. Pero bueno.

De ahí, volvimos. Ya eran más de las cinco. 

Y era hora de volver al hotel y preparar las valijas. Estamos justitos con el peso. Habrá que reorganizar.


Upgrade

La última noche, otra vez, el bar del Imago como para cenar algo rápido estaba cerrado. Como ya estábamos cansados fuimos al restaurante del Hotel. Pedimos trucha, que se yo, nos pareció un buen cierre. Pero no fue tan buen cierre. Me intoxiqué. Les ahorro los detalles.


jueves, 10 de febrero de 2022

En busca de la mistica perdida

 El Calafate, 9 de febrero

Hoy fue el día clásico. Fuimos a ver las pasarelas del Perito Moreno. Sacamos la entrada por Internet así nos servían para dos días no consecutivos (al parecer, si se saca en el lugar, sirve solo para dos días consecutivos). Igual, aunque te dan el ticket digital, tenés que hacer la cola como cualquiera y validarlo en caja, donde te dan uno de papel. No se entiende mucho el sentido. Además, nadie después te pide el ticket. Que sé yo… medio ridículo todo.

Fue un día nublado, de a ratos llovía. El Perito Moreno es imponente, desde luego, pero no sé si porque los recuerdos engañan, por que estaba muy nublado o por el calentamiento global, lo ví como más chico, más abarcable… ¿puede ser? La pasarela es nueva, toda de metal y cuadriculada. Incluso te pueden llevar en un micro a un nivel superior para que solo tengas que bajar. Nos pareció ridículo pero quizá no esté mal desde la accesibilidad. El estacionamiento estaba bastante lleno, y los restaurantes también. 

Me dio un poco de nostalgia recordar la pasarela vieja, esa cosa más romántica. Los grupos de turistas a los gritos, la gente haciendo videollamada mostrando el glaciar, tener que esperar para que se corran y sacar una foto… bueno, no es que estallara de gente tampoco, pero es como que esa cosa mística que tenía el hielo y el silencio… ya fue. Ojalá sobreviva en baja temporada.




Comimos nuestra vianda en la pasarela esquivando la lluvia que se largaba de a ratos. Con los binoculares vimos a los que llevaban para el trekking sobre el hielo, excursión inolvidable que hicimos en el 94 cuando era algo bastante extravagante pero no salía tan caro ni había que reservar con anticipación. 

El glaciar está ahora lejos de tocar la costa y formar el dique. Al parecer la última vez que se rompió fue en el 2018 y por el momento parece como que faltara mucho para que vuelva a formarse. Nos quedamos discutiendo largo sobre cómo era que circulaba el agua porque había tanto viento que parecía funcionar contra el sentido común. 

Al final, medio que nos corrió la lluvia. A la salida, hicimos una bajada a la altura del mirador que estaba junto a la hostería Los Notros donde habíamos parado en 2001. La hostería, ahora abandonada, había sido vendida hace rato y comprada por Cristobal Lopez hace varios años con el objetivo de hacerla más grande. Al parecer hubo lío por el impacto ambiental y ahora hay algo espantosamente abandonado y en ruinas.


Por un lado la vieja hostería semidesmantalada y por el otro, la nueva y  mucho más grande construcción sin terminar, junto con unos cuantos hierros, vidrios rotos y etceteras. El impacto ambiental de semejante cúmulo de basura, es un escándalo. Al menos, la vegetación va avanzando. Nos metimos entre los escombros y tratamos de reconocer ese lugar donde nuestra habitación daba al glaciar en todo su esplendor. Bajando al mirador, se nos acercó un zorrito colorado buscando comida. Por supuesto, no lo alimentamos porque de otra forma la fauna silvestre pierde las mañas para la caza y eso no debe suceder. Pero le sacamos un montón de fotos.

De regreso a El Calafate las nubes fueron cambiando de forma y la lluvia quedó atrás. Así que dimos algunas vueltas por el lago argentino y volvimos al hotel a descansar.


El Calfate, 10 de febrero

No teníamos planes concretos para hoy. Habíamos pensado días tranquis para observación astronómica o drone pero entre el viento y las nubes, tuvimos que pensar en otros planes. Así que aprovechamos la mañana para visitar un Punta Walichu un yacimiento arqueológico con pinturas rupestres que habíamos conocido en los 90 y recordábamos con cierto romanticismo. El lugar está a la salida de Calafate, en la orilla del Lago Argentino. Según cuentan, fue bautizado por el mismísimo Perito Moreno. El lugar es privado y está muy cuidado, no con muchos recursos pero con bastante creatividad. La vez pasada, era una vista guiada, ahora, te entregan un audioguía grabada con la que vas recorriendo las postas. Las pinturas son pequeñas y muchas cuesta verlas bien. Pero el lugar es realmente mágico y buscaron explotar eso porque las guías tienen un relato suave, relajate… con muy buena música. Es una experiencia bastante espiritual. Hay también algunas reproducciones de pinturas de otros yacimientos arqueológicos de la provincia que están integrados a la experiencia. 



De allí nos fuimos para las otras afueras del pueblo, camino al parque. Hay un museo que se llama Glaciarum que es un centro de interpretación sobre los glaciares. Por fuera es una construcción atractiva, de zinc, que alude con alguna licencia geométrica el frente de un glaciar. El museo es un centro de interpretación didáctica como el que uno esperaría encontrar incluído dentro del parque nacional y no tener que pagarlo aparte… pero en el parque nacional el centro de interpretación estaba cerrado…  y los carteles didácticos son bastante malos, aún más los nuevos que los más viejitos. 

El museo es una colección de infografías con mucho texto, alguna maqueta y algunos recursos audiovisuales. Hay un juego interactivo que nunca entendimos cómo andaba. No es muy moderno y está muy lejos de las exposiciones interactiva-didácticas que vimos en EEUU o en Inglaterra, pero no es un desastre tampoco. Hay una proyección sobre la ruptura del glaciar que está relatada en primera persona (habla el glaciar) y es un poco cursi, pero bueno, a lo mejor pueda resultar emocionante si uno pone buena onda. Lo que más me gustó fue el video dedicado al Perito Moreno, aunque lo exalta muy escolarmente, no está mal.

Lo que quedó del día fue poco. Salimos a comprar pavaditas y a comer algo por ahi. Mañana hacemos una lacustre clásica y con eso, se acaba el viaje.