lunes, 26 de noviembre de 2018

Menhires y vaquitas


16 de noviembre de 2018


Salimos a la madrugada. Cuatro de la mañana para ser exactos. Queríamos llegar temprano a aeroparque, por las dudas. Estamos en vísperas de fin de semana lago y para variar había amenaza de protesta sindical. El vuelo salía 6:40, esperábamos tener mucho margen pero cuando entramos aeroparque nos encontramos con la locura de unos 200 metros de cola. Había tantísima gente y avanzaba lento. A medida que se acercaba la hora de preembarque, nos empezabamos a estresar más. Dos minutos antes nos decidimos y salimos de la cola. Nos dejaron pasar. Pusimos cara de ambulancia y en 15 minutos estábamos arriba del avión de LATAM destino a San Miguel de Tucumán. Igual, salió demorado, los pasajeros tardaron un montón en embarcar y no faltó un poquito de candombe con el tema del equipaje de mano… es que en competencia con las Low Cost te cobran aparte la bodega… bueno, se imaginarán los efectos. Nosotros no llevábamos casi nada.

Me quedé dormida. Me despertó la azafata para un café. Me tomé el café y me desperté para el aterrizaje. Igual estaba en el pasillo así que por la ventanilla no se veía nada. El aeropuerto de Tucumán nos recibió con calorcito y el perfil de los cerros a la distancia. Si bien el aeropuerto es internacional, pero no deja de tener el estilo galpón que tienen todos los aeropuertos de las provincias. Lamento decirlo, pero bueno. Fuimos derechito a la local del alquiler de auto que teníamos reservado y nos entregaron un Ford K. La empleada recontra amable y eficiente. Igual, fue un poco denso revisar todos y cada uno de los bollitos y manchitas que había que poner en el acta. Para colmo, antes de arrancar nos dimos cuenta que un foquito trasero no andaba… y otra vez a avisar. Uf. Se hizo largo. 




Camino a Famailla


Finalmente a eso de las 9 arrancamos camino a Tafí del Valle. Tomamos la ruta 301 y empezamos a sumergirnos en el camino verde. Queríamos desayunar de verdad y entonces decidimos entrar en el primer pueblo que se postulara y caímos en Famaillá. La entrada nos pareció un poco bizarra ¿qué es eso? ¿Un cementerio? Parecía más un parque temático. Desde el auto, nos pareció ver, a las apuradas, una especie de escenario simulando el vaticano, con estatuas coloridas del Papa Francisco y la guardia… con sus trajes diseñados por Miguel Angel. Hay una autora (Turkle) que habla del efecto “Cocodrilo artificial” para explicar como la realidad simulada puede transformarse en un arquetipo más perfecto y significativo que la realidad que emula. Bueno, no sería el caso de este fake que vimos al paso. Obviamente ni bajamos y seguimos hasta la plaza principal, donde encontramos un café que nos gustó y nos sentamos en la vereda bien al estilo parisino. Pedimos dos café con leche con medialunas. Además venía con juguito de naranjas. Nos pareció tan barato que preguntamos dos veces el precio. Mientras estábamos en la mesita hicimos toda una experiencia inmersiva. Maestras y niños circulando con guardapolvos blancos impecables, de esos con manga larga de los que ya no se ven en Buenos Aires. Otro grupito con uniforme… chicas con pollera ¡y corbata!. Y muchas motos. Muchísimas. Señoras grandes, bastante añosas, motorizadas.

Al salir de Famaillá nos fuimos metiendo en la selva. La selva tucumana es imponente ¿qué más puedo agregar? Las primeras vacas se nos empezaron a cruzar bastante impunes. Y también algunos burritos. Todo bien. Nada que objetar. Estábamos escapándonos de la ciudad. Llegamos hasta el mirador del Indio y paramos a sacar unas cuantas fotos. Valia la pena. También hicimos nuestras primeras compras porque había unos comercios chiquitos con productos regionales. Me compré una cartera colgante de colores con motivos indígenas y tres bolsillos. Es genial, me entran los dos pares de anteojos y el celular en un bolsillo muy a mano. Un golazo.




El Indio

Ya llegando a Tafí del valle pasamos por El Mollar buscando los menhires, pero medio como que nos perdimos y no los encontramos. Terminamos en el Dique de La Angostura y nos quedamos viendo el paisaje que de golpe se había vuelto totalmente perfecto. Después nos fuimos para la hostería que habíamos reservado en Tafí. Ya era el medio día así que dejamos nuestro equipaje mínimo y salimos a caminar por el pueblo, que nos pareció chiquito y simpático. Entramos en un restaurantito a comer unas empanadas y una humita al plato que estaban para recomendar. 




Dique La Angostura




Después de comer pensamos en ir a buscar los menhires que no habíamos encontrado. Una posibilidad era hacer la ruta de los artesanos o las dos cosas. Nos tiramos al camino sin mucho plan.
Finalmente después de algunas vueltas encontramos la plaza a la que habían llevado los menhires. Por mi parte yo pensé que estaban en el sitio original, pero parece que no, que los juntaron de todas partes del valle de Tafí y que los metieron esa plaza, bastante descontextualizados. Es una pena que estén tan poco cuidados y con tan poca información. Ni siquiera se paga entrada. Hay algunos carteles desgastados que tiran algunos datos, pero muy poco en verdad. Solo te queda en limpio que se trata de piezas de unos 2000 años de antigüedad… y luego algunas especulaciones medio obvias del tipo “símbolo fálico”.




Menhires en Los Molles


Cuando salimos de Los Molles, nos metimos otra vez por la ruta que atraviesa las sierras y de pronto estábamos en medio de una nube. Al salir, habíamos llegado a una estancia jesuítica preparada para el turismo con vaquitas y fábrica de queso. Pero no pudimos entrar, estaban limpiando. Nos contentamos con ver a los terneros corriendo en su corral.


Vaquitas en el corral de la Estancia Jesuítica


De regreso a Tafí, se había despejado ya. La vista, hermosa. Nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo otra vez y tomamos café con palmeritas. Después cenamos en el hotel porque nos fuimos a dormir temprano. Teníamos planeada una excursión larga para el día siguiente.

lunes, 30 de julio de 2018

Últimas imágenes de Manhattan

Nos tocó buen tiempo en Killington, digamos, dentro de lo esperable para una temporada de esquí. Un día llovió, pero ya aprendimos que de seis días uno seguro es imposible para esquiar por lo que sacamos un pase cinco días previendo un day off. Y así fue. El tercer día llovió. Diluvió para ser exactos. Así que ese día salimos a pasear. En vez de ir a Rutland como habíamos hecho el año pasado, fuimos a Lebanon, en dirección contraria, pasando por Woodstok. Woodstok es un pueblito muy pintoresco bien típico de Nueva Inglaterra con templo Masón incluído. Lebanon no nos pareció tan bonito, pero tenía un centro comercial más o menos importante así que aprovechamos para hacer algunas compras y comer en un Denny's al american style.
Los últimos días de esquí fueron bastante fríos, otra vez. La calidad de la nieve mejoró gracias a que el día del diluvio a medianoche bajó la temperatura y la lluvia fue mutando en nieve. Y después pusieron las máquinas a trabajar con todo. Los snow makers tuvieron mucho trabajo para recomponer la montaña. Igual, el primer día fue caótico, algo que nunca habíamos visto. Como tocaba feriado largo  (por el día de Martin Luther King) los esquiadores cayeron en masa y el centro estaba al tope. Además, a causa de las heladas, había algunos medios fuera de servicio, lo cual jamás nos había pasado. Al día siguiente todo estaba en orden y pese a la cantidad de gente, estuvimos cómodos otra vez.

Finalmente, día de regreso a Nueva York fue largo. Si bien no eran tantas horas en teoría, a causa del fin de semana largo, la ruta estaba relativamente pesada. Además era un viaje para tomárselo con calma ¿Cuál era el apuro?
Como me había comprado un robot didáctico por Amazon, fuimos a buscarlo a un Seven Eleven. Yo me negaba a poner como receptoría algo que no fuera el front desk de un hotel pero, un poco cansados de algunas confusiones, se decidió innovar. En el Seven Eleven nos encontramos con un armario mecánico que abrió un cajoncito previa autentificación con un QR que llegó al celular. El cajoncito nos entregó el paquete que estábamos esperando con todo en orden. Parecía un capítulo de Black Mirror.

Esa noche cenamos tex mex en el Hard Rock de Times Square y estuvo diez sobre diez. Al día siguiente amaneció de un frío tolerable. Aunque había pronóstico de nevadas el día se mantuvo más o menos aprovechable. Así que caminando hacia el World Trade Center visitamos el Empire State que nos deslumbró con una vista aceptable de la ciudad. N.Y era una Sim City de carne y hueso. Pasamos un buen rato tomando fotos e identificando edificios convencidísimos de que la entrada saladita valió la pena, realmente.

Desde el Empire State

Después seguimos rumbo hasta Ground Zero y nos encontramos con que la
estación Oculus que ya estaba terminada y habilitada. Oculus, casi tan grande como Central Station lleva en su corazón al World Trade Center Transportation Hub, con hasta 11 líneas distintas de metro y el tren que conecta Nueva York con New Jersey.
Oculus
Oculus, como todos los diseños de Calatrava, tiene esa forma extravagante que da un poco instrumento de cuerda y otro poco fósil de dinosaurio. Honestamente (no voy a ser snob en esto) el diseño no me gusta mucho de afuera. Ahora bien, al ingresar, mi impresión cambió. El espacio interior es limpio y extraordinariamente luminoso. Quizá parezca una modernidad idealizada que en pocos años entre en la categoría de clisé anticuado. O quizá no. Porque el diseño no da exactamente el estilo Zen tan de moda y que sin duda influyó decisivamente en el memorial del 11-9. Es algo diferente. En fin, el tiempo dirá. De lo que no hay dudas, es que cambió completamente la fisonomía del WTC y le agrega a un Landmark a Manhattan. Eso no se discute, para mí, ¿eh? Porque por ahí leí que había goteras los días de lluvia y no sé que otro escándalo… pero no me interioricé en el conventillo local.

Vista  internade la nueva estación de WTC

Oculus por dentro

Al final, como ya se iba poniendo el sol, saludamos a la estatua de la libertad y volvimos en el metro para Times Square. Esa noche vimos Aladdin en una sala repleta (compramos las entradas a la mañana por una app para celular y casi eran las únicas que quedaban). Fuimos a cenar a la salida a Planet Hollywood, tardísimo para las costumbres americanas porque casi no quedaba ni el loro. El restaurante estaba decorado para San Valentín. Es notable cuanto se anticipan los días festivos para estirar temporada del merchandising. Qué bien la hacen.
A la madrugada vimos desde el piso 18 del hotel que empezaba a nevar y siguió así toda la mañana. Así que el último día antes de ir para el aeorpuerto fue un bajón. Pretendimos caminar hasta Central Park y llegamos como atravesando una carrera de obstáculos. La verdad que no valía la pena.
Para compensar (bueno, un poco de casualidad, digamos la verdad) nos tomamos una limusina para ir al aeropuerto. Nos sacamos fotos bien argentas adentro, como no podía ser de otro modo.

Desde la limusina

El vuelo bien, pero mal horario. Salir a las 3 de la tarde para llegar a las 4 de la mañana no es lo mejor para dormir. Así que llegamos a Buenos Aires bastante desesperados por tirarnos en la cama y desmayarnos, otra vez, bajo el verano austral por lo menos hasta medio día.





domingo, 1 de julio de 2018

Adieu Canadá

Kllington, 8 de enero
Hoy nos fuimos de Canadá. Y otra vez amaneció nevando. Había vehículos especiales sacando la nieve amontonada. Tampoco se veía el sol. Salimos orientados por el gps a la ruta pensando, sin más, que dura es la vida en semejantes latitudes. Unos días de nieve intensa puede parecer excéntrico y divertido para nosotros, pero vivir en una ciudad así… Inviernos larguísimos, poca luz solar debe afectar mucho en el estado de ánimo de la gente.
Canadá nos dejó una impresión agradable. La gente es cordial, es amable. A los quebequeños (¿se dirá así?) les gusta conversar y se esfuerzan por hacerse entender. Si te hablan en inglés, es un inglés más fácil de captar que el americano. Incluso el francés resulta accesible, nada que ver con el francés de Francia. Es otra cosa.
Leímos por ahí que hay todo un tema con el consumo de marihuana. De hecho, nos llamó la atención que en el hotel se aclarará con un letrero en el baño que estaba multado fumar tabaco y marihuana. Se ve (se huele, sobre todo) mucha marihuana por todas partes, especialmente en la ciudad subterránea. Como que pega bastante con un ambiente depresivo, medio triste, donde no se sabe mucho de qué podés reirte, medio en cámara lenta.

Quizá sea el efecto de la nieve, que uno ve caer despacito y en silencio. Quizá solo sea imaginación. O quizá las dos cosas.


Como sea, dejamos atrás Canadá tomando una ruta en la que comenzó a soplar viento blanco. Avanzamos despacio. FInalmente cruzamos la frontera después de unas pocas preguntas en el puesto de control. Ya en Vermont nos sentimos como en casa. El plan es descansar en un ski week en nuestro querido Killington, una vez más. Así que suspendo este relato diario por unos días.

Al pasar la frontera de regreso

Hasta entonces.

jueves, 5 de abril de 2018

Una basílica luminosa

Montreal, 7 de enero


Ahora volvió a nevar. Y ya no es nieve seca sino copos más bien grandes. Es que subió un poco la temperatura y con la temperatura, la humedad. Pero esta mañana, hacía mucho frío, 23 bajo cero, para ser precisos. Sin embargo había salido el sol y eso nos entusiasmó para salir a recorrer el Old Montreal. Igual, fue duro. A las 9 de la mañana, cuando salimos a caminar, no había un alma en la calle. Y si no nos poníamos del lado del sol, era para congelarse. Aún así pudimos ver algunos de los edificios emblemáticos de la vieja ciudad. Edificios elegantes de estilo francés. A la basílica no pudimos entrar porque estaban dando misa, así que dejamos la visita pendiente para la tarde. Es difícil apreciar la ciudad porque la nieve oculta gran parte, pero es posible también que la nieve le agregue cierta magia. Llegamos hasta el puerto. Ahí vimos todo congelado. Literal y metafóricamente. Todo parecía abandonado como restos de empanadas viejas en un freezer.

El puerto

Old Montreal

Old Montreal

Old Montreal

Un par de horas después el frío se había vuelto insoportable, así que optamos por sumergirnos en la Montreal Subterránea y conocer un poco más de lo que pasaba por ahí abajo. Nos dejamos llevar por el laberinto y descubrimos que la parte por la que habíamos circulado era bastante diferente. En efecto, estuvimos en zonas mucho más elegantes, quizá hasta lujosas. La ciudad subterránea (RESO) es enorme y diversa. Encontramos dentro hasta un fragmento del muro de Berlín expuesto como un monumento. Llegamos también a Gare Centrale, la estación de trenes que se encuentra casi el medio de la ciudad. Nos perdimos un poco pero al final le encontramos la vuelta.

Montreal Subterránea (RESO)


Montreal Subterránea (RESO)


Fragmento del Muro de Berĺín - Montreal Subterránea (RESO)

Montreal Subterránea (RESO)

A la tarde fuimos a la Basílica. Hacia un poco menos de frío por lo cual fue menos sufrido llegar. Igual ya no había sol y sabíamos que se venía una nueva nevada. Para ingresar a la basílica hay que pagar entrada, pero dejan sacar fotos e incluye una visita guiada en inglés.
Basílica de Notre Dame
El guía era simpático y buen orador, por lo que le entendíamos muy bien e hizo muy interesante su introducción en la que explicó la historia de la construcción de la basílica y su relacioń con Montreal. La iglesia es hermosa y vale la pena visitarla. Toda la iglesia se encuentra impecable. Fue construída en el siglo XIX y podríamos decir que es neogótica. Aunque la decoración interna parece más bien un estilo barroco medio recargadito.

Basílica de Notre Dame

Sin embargo, las figuras y los recovecos no tienen ese estilo angustiante y oscuro de la mayoría de las iglesias católicas donde el barroco español hizo estragos. Las luces y sombras de esta iglesia crean una atmósfera mística acogedora que evita esa angustia mortificante típica que da ganas de huir.

Basilica de Notre Dame
Basílica de Notre Dame

Tres aspectos son para destacar, primero el cielo raso de color azul con estrellas doradas, segundo un órgano majestuoso y finalmente, la capilla del Sagrado Corazón, con un mural impresionante y mucho más moderno. En este sector no estaban permitidas las fotografías porque estaba reservado para la oración.

Anochecer en Montreal
La última caminata por el Old Montreal fue rápida porque con la caída del sol, otra vez comenzó a nevar. Así que tuvimos que volver para refugiarnos en la ciudad subterránea y sobrevivir.

lunes, 2 de abril de 2018

Divulgación científica y puntaje perfecto

Montreal, 6 de enero


No saben el frío que hace. No paró de nevar en toda la noche. En la televisión cuentan que a causa del hielo chocaron dos aviones en el aeropuerto de Montreal. Por suerte no hubo heridos. Las noticias sobre la ola polar en EEUU llegan hasta Argentina. Ahí no pueden creerlo porque se están muriendo de calor. En fin, así están las cosas. Las calles totalmente blancas, 80 centímetros de nieve  y siguió cayendo toda la noche y todo el día. Es una nieve finita, seca, filosa. Es un frío que duele.


Llegada subterránea al parque Olimpico


Con esta escenografía, el plan fue meternos en los pasadizos cubiertos de Montreal para tomar el subte rumbo al Biodomo. El Biodomo es un complejo de museos de ciencias naturales armado sobre lo que fueron parte de las instalaciones para los juegos olímpicos de 1976. Los estadios son enormes e imponentes y aún hoy imagino lo modernos que habrán sido en su momento. Leímos por ahí que los costos fueron altísimos y que lo financiaron con impuestos a los cigarrillos que se continuaron pagando hasta el 2006.


Estadio Olímpico de Montreal

Hoy día, el biodomo es un zoológico bien ambientado y con cierta lógica educativa. Reproduce a pequeña escala ecosistemas que van desde la selva subtropical hasta el círculo polar. Desde pirañas y papagayos hasta perezosos, murciélagos y pingüinos. Todo parece muy orientado a los niños, de hecho, explotaba de niños pequeños.

Aves tropicales en el biodomo

Sin embargo, como suele suceder con estas cuestiones educativas, los niños pequeños se aburren con estas propuestas y dudo mucho que aprendan nada a excepción de aquellas familias demasiado nerds (sin ofender a nadie, somos bastante nerds nosotros también).

Pingüinos en el biodomo
Es cierto que los animales encerrados en el zoológico, por bien cuidados y ambientados que estén, dan un poco de tristeza. Pero la experiencia de verlos de cerca es increíble. Nos impresionó muy especialmente el lince canadiense, un felino hermoso al que vimos comerse un pollito (creo que vivo). Pude sacarle algunas fotos con zoom. El bicho se mantiene bastante lejos, nos ignora. No se acerca ni de casualidad.

Lince Canadiense
El segundo espectáculo al que fuimos dentro del complejo fue el planetario que, en rigor, se llama Río Tinto Alcan Planetarium. Vimos dos shows, los únicos que había en inglés. El primero era una película proyectada en 360 sobre el techo en semiesfera y trataba de la conquista del espacio. No era demasiado largo y derrochaba optimismo sobre el futuro de la exploración espacial. Nos llamó la atención que para ver el show, uno podía tirarse en unos puffs distribuidos en el suelo para mirar al techo. Genial.
El segundo show, un poco más conceptual, digamos, era sobre los exoplanetas. Ahí sí el formato era más tradicional. Primero comenzaba mostrando las constelaciones en el hemisferio norte, luego explicaba sobre estrellas y finalmente noticias sobre exoplanetas, revisando condiciones para la vida, franjas habitables… buscando responder a aquello de si estamos solos o no en el universo. El show era un poco largo, digamos que se notaba la influencia francesa en el ritmo narrativo. En mi opinión todo se podía contar a más velocidad y con menos vueltas… daba para pegarse una siesta.

Villa Olimpica de Montreal

De salida del biodomo, vimos un poco las instalaciones externas, pero el frío se hacía sentir sobre todo a medida que el sol empezaba a bajar. Entre los montículos de nieve vimos una especie de homenaje a la gimnasta Nadia Comaneci, que averiguamos luego que justamente fue, en las Olimpíadas de 1974 cuando con 14 años logró, por primera vez en la historia, un puntaje perfecto. Así que de vuelta al hotel, durante la noche, buscamos videos en You Tube sobre Comaneci para conocer de su hazaña.





Y ahora parece que paró de nevar. Quizá mañana, por fin, veamos algo de cielo azul.

lunes, 26 de febrero de 2018

El día después de mañana

El viaje de Quebec a Montreal parecía corto. Igual salimos temprano por consejo de la oficina de turismo. Hacía la tarde se venía una nueva tormenta de nieve y era mejor llegar temprano.
La ruta que conecta las dos ciudades es la 20. Tiene dos carriles ida y vuelta pero no es una mega autopista al estilo norteamericano. Eso sí, la máquina de nieve pasaba y despejaba haciéndola transitable. Si bien al salir se veía algo de cielo y parecía como que despejaba (lo cual nos dejó ver un poco de los suburbios con sus casas prolijitas y las carpas-garage para proteger a los autos de la nieve) pronto comenzó el viento blanco volviendo el viaje trabado y peligroso. En poco menos de 250 km habremos visto unos diez incidentes que detuvieron el tráfico. Autos atascados en las banquinas, algún choque y hasta un camión volcado. Había muchos camiones de carga en las rutas, además.  El escenario pintaba dramático. Esta ola de frío ártico nos recuerda escenas de la película “El día después de mañana”. Hacemos chistes sobre el tema para reirnos del miedo que tenemos.

Camiones indicadores de accidentes en la ruta

Y así fueron las condiciones con las llegamos a Montreal: bajo una capa de niebla blanca que apenas si te dejaba adivinar de qué se trataba. Nos instalamos en el Holliday Inn al que llegamos siguiendo al GPS que resultó estar en el barrio chino. En fin, hay barrios chinos en todas partes y son todos iguales. A mi no me hizo ninguna gracia, hubiera preferido algo más afrancesado, pero con tanta nieve daba lo mismo que fuera el barrio chino o marciano.
En el baño del hotel hay un cartel curioso que dice explícitamente que no se pude fumar NADA. Tampoco marihuana.


Advertencia en el baño del Holliday Inn

Nos parece divertido aunque luego vimos que se fumaba demasiado porro por todos lados y que la ciudad tiene un problema grave con el consumo, en general. Como que es algo que se fue de las manos o algo así.
Mapa esquemático de Montreal Subterránea (RES)
Dado el frío extremo, optamos por aprovechar lo que quedaba del resto del día para caminar por la Montreal subterránea (RES). En realidad, la famosa Montreal Subterrána no es otra cosa que galerías, shoppings, patios de comida y subterráneos conectados.


Fuente en Des Jardines - Montreal Subterránea

Sin dudas una solución para una ciudad en la cual los espacios públicos al aire libre deben poder usarse poco tiempo al año. Realmente uno puede imaginarse aquí como sería una ciudad en la Antártida.
Montreal Subterránea - Complejo Des Jardines
Nos dijeron que este frío no es frecuente en enero por aquí, pero si en febrero. Como sea, la inversión en estos espacios públicos cubiertos debe ser necesaria.

Montreal Subterránea - Zona de teatros
Es un poco loco lo que voy a decir pero estos espacios cerrados se parecen a una Las Vegas modesta. Sobre todo en la zona de los cines y teatros. No son espacios lujosos, en general, y aunque se ve limpio, no llega a impecable. Eso sí, al caer la noche y al aproximarse la hora de cierre, se ven algunas escenas turbias, paso a describir dos:


  • Una mujer con rasgos esquimales angloparlante sentada en el inodoro le grita a dos policias (un hombre y una mujer) que la respeten. Ambos polícias, con buenos modales, le dicen quee stá borracha y que debe salir de ahí. Todos miran.
  • Un hombre tirado en el piso, rodeado de latas de cerveza, habla en voz alta, nos dice algo, no sé si a nosotros, no sé si a todos… parece que habla en inglés… no entendemos bien qué dice.

Salimos al exterior para entrar en el hotel. Solo hay que cruzar la calle. Pero la nieve se acumula en montículos, el viento pega cuhillazos. Está complicado.
Montreal Subterránea - Conexiones

PD: Leyendo wikipedia me enteré de que el térmimo “esquimal” se considera despectivo en Canadá. No así en EEUU. En efecto, algunos días después me la pasé viendo documentales de nortemaricanos de "esquimales" en Alaska donde el término se usa relajadamente (hasta orgullosamente, diría). Pero parece que en Canadá lo políticamente correcto es utilizar el nombre original del pueblo, por ejemplo, "Inuit". Por las dudas aclaro que no tengo ningún prejuicio con los esquimales y que los mencionaré así siguiendo el estilo norteamericano.

domingo, 25 de febrero de 2018

Donde los franceses son los buenos y los ingleses no tanto

Quebec, 4 de enero


Cuando me hablaron de la Citadela de Quebec, me había imaginado otra cosa. La Citadela es un fuerte que bajo la nieve es un poco difícil de apreciar. En los mapas aparece como una estructura amurallada, de hecho es una fortaleza militar. Recorrer la Citadella con 20 centímetros de nieve es un poco imaginar lo que hay debajo, atravesar el espacio luchando contra el viento de un refugio a otro. Bueno, quizá sea una experiencia más real. La visita turística es agradable, de todas formas, porque el tour es obligatorio y el guía, en un inglés accesible, le pone sentido del humor a la historia de la Citadella y sus usos como fortaleza y prisión en el marco de la historia canadiense (de la que nosotros sabemos casi nada).

Ingreso a La Citadela
Ahi nos enteramos de cómo Canadá fue un territorio disputado por ingleses y franceses, donde las sutilezas ideológicas se nos pasan un poco en el relato local que sospechamos pro francés (es Quebec, obvio). La visita termina con la participación candiense en la Primera Guerra y el reconocimiento de Francia por su ayuda. Comparado con los museos militares que hemos visto en otras partes el tributo es, realmente, muy light.


Vista helada desde La Citadela

Al finalizar la visita la mañana se había vuelto relativamente benigna. Se hizo medio día. Entonces volvimos para la zona de Old Quebec y elegimos un lugar elegante para deleitarnos con un buen almuerzo (en un restaurante que nos habían recomendado) mientras veíamos como la nieve empezaba a volverse más densa. Comimos rico, pero sin exagerar. Creo que lo mejor fue el postre.


Mousse con frutos rojos

Al final, la ola ártica complicó el paseo otra vez, por lo que optamos por meternos en otro museo, bajo techo. Elegimos el museo “De la América Francófana”. Al museo se ingresa a través de una capilla construída en 1750 pero que actualmente es un espacio secular utilizado como escenario para conciertos y otros eventos. Las muestras continuan atravesando un patio central hacia un segundo edificio.

Patio central del Museo de la América Francófana

Es una muestra basada en instalaciones, un poco artísticas, un poco didácticas. La idea general es contar la influencia francesa en al cultura canadiense. Como punto débil, podría decirse que, en comparación con los museos de EEUU, es todo poco accesible. Nada tiene close caption lo que dificulta entender al 100% inglés o francés. Además algunos videos tenían los audios de traducción al inglés desfasados, lo cual hacía tedioso entender y te hacía perder el interés. Al final salías del museo bastante confundido. Lo único que te quedaba claro es que los franceses eran re buenos y los ingleses no tanto. O algo así.

De regreso hacia el hotel

Cuando salimos, la nieve ya era cosa seria. Así que atravesamos las calles del Old Quebec como pudimos. Premiamos nuestro esfuerzo en una chocolatería. La fondeau de frutas que comimos era 100% pornfood. Y habiendo recuperado las energías, volvimos por la puerta de St. James donde vimos familias patinando sobre hielo con una naturalidad que  nos dejó pasmados. Parecería que aquí los chicos aprenden a patinar casi al mismo tiempo que a caminar. No es de extrañar que el hockey sobre hielo sea tan popular en este país de esquimales.