Santa Marta, 22 de enero
La ventana de la habitación del hotel es enorme por lo que a la salida del
sol nos volvió a despertar un rato antes del amanecer.
Me niego rotundamente a usar el black out así que
no hay chance de seguir durmiendo.
Es la razón para empezar el día temprano, ir a desayunar y arrancar.
Hoy planificamos una visita a Minca. Hay varias cosas lindas para
hacer por acá, pero no queremos enloquecer, así que optamos por esta
alternativa que promete selva, café y chocolate.
Nada mal para un solo día.
Contratamos un taxi para subir hasta Minca. Son solo 14 km y podríamos
haber ido en auto.
Pero manejar acá es estresante así que pareció mejor plan.
Llegamos a la ciudad con un taxista amable, y compartimos el viaje con
dos chicos mendocinos que andaban recorriendo
Colombia hacía como un mes. Allá arriba nos recibió un guía venezolano
que dijo ser biólogo.
Nos unimos a un grupo con varios extranjeros entre canadienses, chilenos,
yanquis y holandeses… así que la excursión pintó bilingüe.
La caminata empezó fácil entre bosques de bambú, aunque de a ratos
se complicaba más que nada porque mis zapatillas están muy gastadas…
pero mientras no fuera cuesta abajo, la cosa iba bastante bien.
La primera parada fue sobre el café donde vimos un emprendimiento
orgánico y nos explicaron cómo es que se produce, la diferencia entre
torrado y tostado…
y además vimos un par de tucanes muy fotogénicos.
Después seguimos hacia una cascada muy frondosa que de no ser porque
estaba muy mal equipada no me tiré bajo los chorros.
Igualmente estuvo bueno meterme descalza
y sentir la tierra húmeda en la planta de los pies.
El regreso a la base fue rápido y el único peligro fue evitar a las
motos locas que cruzan todo el tiempo la selva.
Llegando a la base volvimos a subir pero en otra dirección.
Ahí, además de las vistas maravillosas de la ciudad, disfrutamos de
la charla con algunos compañeros de ruta que,
como suele ser siempre, es gente muy viajada
que tiene cosas originales para contar.
El camino terminó en un restaurante con vista panorámica donde comimos
un menú tradicional de arroz, pollo y plátano.
Un músico acompañaba el almuerzo mientras recuperabamos energías.
Luego tuvimos una charla sobre la fauna local, desde las ranas
más venenosas del mundo hasta delfines y pirañas.
Para finalizar, una explicación sobre cómo el cacao se transforma
en chocolate, con un taller participativo, lo que fue la experiencia
más interesante que nunca tuve en un tour guiado
en toda mi vida como turista…
Asi que estuvo buenisimo. Después empezamos a bajar y otro taxista nos
llevó de regreso a Santa Marta.
Llegamos cansados pero con una colección potente de recuerdos.
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