lunes, 30 de julio de 2018

Últimas imágenes de Manhattan

Nos tocó buen tiempo en Killington, digamos, dentro de lo esperable para una temporada de esquí. Un día llovió, pero ya aprendimos que de seis días uno seguro es imposible para esquiar por lo que sacamos un pase cinco días previendo un day off. Y así fue. El tercer día llovió. Diluvió para ser exactos. Así que ese día salimos a pasear. En vez de ir a Rutland como habíamos hecho el año pasado, fuimos a Lebanon, en dirección contraria, pasando por Woodstok. Woodstok es un pueblito muy pintoresco bien típico de Nueva Inglaterra con templo Masón incluído. Lebanon no nos pareció tan bonito, pero tenía un centro comercial más o menos importante así que aprovechamos para hacer algunas compras y comer en un Denny's al american style.
Los últimos días de esquí fueron bastante fríos, otra vez. La calidad de la nieve mejoró gracias a que el día del diluvio a medianoche bajó la temperatura y la lluvia fue mutando en nieve. Y después pusieron las máquinas a trabajar con todo. Los snow makers tuvieron mucho trabajo para recomponer la montaña. Igual, el primer día fue caótico, algo que nunca habíamos visto. Como tocaba feriado largo  (por el día de Martin Luther King) los esquiadores cayeron en masa y el centro estaba al tope. Además, a causa de las heladas, había algunos medios fuera de servicio, lo cual jamás nos había pasado. Al día siguiente todo estaba en orden y pese a la cantidad de gente, estuvimos cómodos otra vez.

Finalmente, día de regreso a Nueva York fue largo. Si bien no eran tantas horas en teoría, a causa del fin de semana largo, la ruta estaba relativamente pesada. Además era un viaje para tomárselo con calma ¿Cuál era el apuro?
Como me había comprado un robot didáctico por Amazon, fuimos a buscarlo a un Seven Eleven. Yo me negaba a poner como receptoría algo que no fuera el front desk de un hotel pero, un poco cansados de algunas confusiones, se decidió innovar. En el Seven Eleven nos encontramos con un armario mecánico que abrió un cajoncito previa autentificación con un QR que llegó al celular. El cajoncito nos entregó el paquete que estábamos esperando con todo en orden. Parecía un capítulo de Black Mirror.

Esa noche cenamos tex mex en el Hard Rock de Times Square y estuvo diez sobre diez. Al día siguiente amaneció de un frío tolerable. Aunque había pronóstico de nevadas el día se mantuvo más o menos aprovechable. Así que caminando hacia el World Trade Center visitamos el Empire State que nos deslumbró con una vista aceptable de la ciudad. N.Y era una Sim City de carne y hueso. Pasamos un buen rato tomando fotos e identificando edificios convencidísimos de que la entrada saladita valió la pena, realmente.

Desde el Empire State

Después seguimos rumbo hasta Ground Zero y nos encontramos con que la
estación Oculus que ya estaba terminada y habilitada. Oculus, casi tan grande como Central Station lleva en su corazón al World Trade Center Transportation Hub, con hasta 11 líneas distintas de metro y el tren que conecta Nueva York con New Jersey.
Oculus
Oculus, como todos los diseños de Calatrava, tiene esa forma extravagante que da un poco instrumento de cuerda y otro poco fósil de dinosaurio. Honestamente (no voy a ser snob en esto) el diseño no me gusta mucho de afuera. Ahora bien, al ingresar, mi impresión cambió. El espacio interior es limpio y extraordinariamente luminoso. Quizá parezca una modernidad idealizada que en pocos años entre en la categoría de clisé anticuado. O quizá no. Porque el diseño no da exactamente el estilo Zen tan de moda y que sin duda influyó decisivamente en el memorial del 11-9. Es algo diferente. En fin, el tiempo dirá. De lo que no hay dudas, es que cambió completamente la fisonomía del WTC y le agrega a un Landmark a Manhattan. Eso no se discute, para mí, ¿eh? Porque por ahí leí que había goteras los días de lluvia y no sé que otro escándalo… pero no me interioricé en el conventillo local.

Vista  internade la nueva estación de WTC

Oculus por dentro

Al final, como ya se iba poniendo el sol, saludamos a la estatua de la libertad y volvimos en el metro para Times Square. Esa noche vimos Aladdin en una sala repleta (compramos las entradas a la mañana por una app para celular y casi eran las únicas que quedaban). Fuimos a cenar a la salida a Planet Hollywood, tardísimo para las costumbres americanas porque casi no quedaba ni el loro. El restaurante estaba decorado para San Valentín. Es notable cuanto se anticipan los días festivos para estirar temporada del merchandising. Qué bien la hacen.
A la madrugada vimos desde el piso 18 del hotel que empezaba a nevar y siguió así toda la mañana. Así que el último día antes de ir para el aeorpuerto fue un bajón. Pretendimos caminar hasta Central Park y llegamos como atravesando una carrera de obstáculos. La verdad que no valía la pena.
Para compensar (bueno, un poco de casualidad, digamos la verdad) nos tomamos una limusina para ir al aeropuerto. Nos sacamos fotos bien argentas adentro, como no podía ser de otro modo.

Desde la limusina

El vuelo bien, pero mal horario. Salir a las 3 de la tarde para llegar a las 4 de la mañana no es lo mejor para dormir. Así que llegamos a Buenos Aires bastante desesperados por tirarnos en la cama y desmayarnos, otra vez, bajo el verano austral por lo menos hasta medio día.





domingo, 1 de julio de 2018

Adieu Canadá

Kllington, 8 de enero
Hoy nos fuimos de Canadá. Y otra vez amaneció nevando. Había vehículos especiales sacando la nieve amontonada. Tampoco se veía el sol. Salimos orientados por el gps a la ruta pensando, sin más, que dura es la vida en semejantes latitudes. Unos días de nieve intensa puede parecer excéntrico y divertido para nosotros, pero vivir en una ciudad así… Inviernos larguísimos, poca luz solar debe afectar mucho en el estado de ánimo de la gente.
Canadá nos dejó una impresión agradable. La gente es cordial, es amable. A los quebequeños (¿se dirá así?) les gusta conversar y se esfuerzan por hacerse entender. Si te hablan en inglés, es un inglés más fácil de captar que el americano. Incluso el francés resulta accesible, nada que ver con el francés de Francia. Es otra cosa.
Leímos por ahí que hay todo un tema con el consumo de marihuana. De hecho, nos llamó la atención que en el hotel se aclarará con un letrero en el baño que estaba multado fumar tabaco y marihuana. Se ve (se huele, sobre todo) mucha marihuana por todas partes, especialmente en la ciudad subterránea. Como que pega bastante con un ambiente depresivo, medio triste, donde no se sabe mucho de qué podés reirte, medio en cámara lenta.

Quizá sea el efecto de la nieve, que uno ve caer despacito y en silencio. Quizá solo sea imaginación. O quizá las dos cosas.


Como sea, dejamos atrás Canadá tomando una ruta en la que comenzó a soplar viento blanco. Avanzamos despacio. FInalmente cruzamos la frontera después de unas pocas preguntas en el puesto de control. Ya en Vermont nos sentimos como en casa. El plan es descansar en un ski week en nuestro querido Killington, una vez más. Así que suspendo este relato diario por unos días.

Al pasar la frontera de regreso

Hasta entonces.