miércoles, 27 de enero de 2021

Pequeña tregua entre colinas teletúbicas

 Día 1 — Sequía 

Tandil, 2 de enero 2021

Las dos primeras noches me costó domir, concilar el sueño, que se dice. Pero el paisaje no tiene nada que ver con eso. Alguien me dijo una vez que no hay postal que pueda neutralizar los problemas, que igual están ahí, y no cambian nada. Yo tengo mis dudas. Creo que hay horizontes más sanadores que otros. La salida fue a los ponchazos, casi no podemos irnos, casi tenemos que cancelar hasta último momento, así que salir fue una especie de victoria acelerada, una forma de huida simbólica, un deseo cancelado una y otra vez, un plan en retrospectiva. Corrimos tanto que al primer peaje caí en cuenta de que me había olvidado la malla así que volvimos a buscarla. Aún valía la pena volver antes que comprar una nueva. La Ruta 3 nos acunó con salitos desprolijos. Comimos dos empanadas cerca del mediodía, haciendo un poco de tiempo ya que el horario de ingreso era a las 16.

El hotel Elegance de Tandil es el lujo que nos quisimos dar. La mejor habitación con terracita y vista al valle de la ciudad. Esas colinas que te hacen acordar a la campiña inglesa, a un campo de golf espontáneo… o a los teletubis. La pileta, increíble. Tiene una forma de cuña y rodeada de piedras. Y en la habitación tenemos el balcón vidriado que sueño siempre. La subida al hotel no es complicada, pero tiene su pendiente. Como sea, vale la pena. 


La pileta

Como llegamos deshidratados, pasamos por el supermercado Monarca, que tiene toda la onda y dimos una vuelta por la ciudad. Que nos pareció tan cool que no merece ser Argentina, mucho menos PBA. Más tarde nos remojamos en la pileta y cenamos en nuestra terraza privada. Nos empañó la noche que las luces de la terraza nos complicaron las observaciones astronómicas. No podían apagarse. Se encendían con células fotoeléctricas.


Día 2 — Un horno

Tandil, 3 de enero de 2021

Hacía tanto calor que costaba hacer planes. A la mañana fuimos a Carrefour, que está muy bien surtido. Entre otras cosas compramos destornilladores para aflojar las luces de la terraza. A la tarde nos quedamos remojándonos en la pileta, el calor casi no nos deja respirar. Cuando aflojó un poco, salimos a dar algunas vueltas por la ciudad. Subimos al cerro Centinela y vimos que la aerosilla no funciona. No sabemos si por la cuarentena o por alguna otra razón.


Cerro Centinela


A la noche, en la terraza, evaluamos aflojar las luces para ver mejor el cielo, pero nos pareció muy jugado. Igual algunas nubes empezaban a complicar… y mientras, descubrimos el lugar de la célula fotoeléctica. Era cuestión de mantenerla iluminada, con la luz del celular, lográbamos apagarlas… ¡y estaba lleno de estrellas!


Día 3 — Pedaleo

Tandil, 4 de enero de 2021

Amenazaba con llover, pero no tanto. Por la mañana fuimos otra vez a Carrefour y volvimos con un farolito y un hilo. El plan de alumbrar la célula fotoeléctrica comenzaba a tomar forma. Igual no nos ilusionamos demasiado porque las nubes empezaban a ponerse oscuras. Eso era bueno para algunas cosas pero horrible para otras. Para conjurar contra la mala suerte alquilamos bicicletas y salimos de amplio recorrido bordeando el lago, subimos hasta el mirador del fuerte, arrastrando las bicicletas porque no teníamos técnica ni fuerza para tanto.... y terminamos en un pintoresco recorrido por las calles de adoquines. De regreso, en la terraza, cayeron las primeras gotas. Así que cenamos en el balcón cerrado mientras empezaban los olores de la lluvia.


Día 4 — El diluvio

Tandil, 5 de enero

Llovió toda la noche y de pronto pareció que llovía menos, pero no tanto. Entonces hicimos lo que hacemos siempre que llueve y estamos de vacaciones: agarrar el auto. Salimos camino a Ayacucho para ver qué onda. Entramos en un pueblo fantasma al pie de una estación de tren abandonada. Fulton fue como entrar una pintura de Molina Campos, húmeda de caballos y girasoles.


Fulton


De vuelta a la ruta nos agarró el diluvio. En Ayacucho vimos una escultura de piezas mecánicas de un gaucho con barbijo y fuimos hasta la escuela técnica donde mis hijos participaban de los torneos de robótica. Mandamos fotos por wp ¿a que no saben donde estamos?


Ayacucho


Por cierto, caía tanta agua que casi no sabíamos donde estábamos. Seguimos hasta Balcarce, dimos una vuelta bajo la lluvia, no entramos en el museo de Fangio, la lluvia nos empezó a malhumorar, así que volvimos nadando entre campos de girasoles hasta el hotel donde vivimos como seguía lloviendo desde la ventana.


Día 5 — La piedra trucha

Tandil, 6 de enero

El diluvio fue temprano, tipo 7. Por mi parte no me importó mucho y me limité a enroscarme en la cama y dormir hasta tarde. Me llevó cuatro días, pero ya podía decir que estaba descansando. La lluvia después paró y aunque seguía nublado, el día se volvió potable. Así que aprovechamos para los highlights de Tandil lo cual incluyó subir al Cerro Calvario, que nos impresionó muy bien por lo cuidado pese a la antigüedad de la idea como atractivo turístico.


Cerro Calvario


Después fuimos a ver la falsa piedra movediza, que no nos pareció tan linda (se nota mucho que es trucha) porque no les costaba nada pintarla con se ve el resto del paisaje y darle un aspecto más integrado con el resto de las rocas. Un toque Disney hace falta ahí. El lugar está medio desgastado, la restauración de hace unos años, quizá medio pretenciosa, está bastante venida a menos.


En la zona de la Piedra Movediza


Todo lo contrario, el Cristo de la Sierra, donde fuimos más tarde, una estatua que mira al norte y que está en otro lugar más alejado, nos pareció mucho más atractiva.


El cristo de la sierra


La vista es hermosa y vale la pena la caminata hasta la cima. Más tarde fuimos al Holandés, un emprendimiento de productos regionales donde compramos una horma enorme de queso gouda, alfajores de café (para nuestra sorpresa, hechos en Fulton) y dulce de leche.

Para cerrar el día, picada y cerveza. Imposible ver las estrellas. El cielo, completamente nublado.


Dia 6 — Un día perfecto

Tandil, 7 de enero

Nos recomendaron hacer el camino de los pioneros y nos costó un poco encontrarlo, pero la caminata valió la pena. Es una caminata interesante, donde se ven las sierras entre flores y moras silvestres. Subimos algunas piedras y avistamos varios hitos como un monumento a los picapedreros. Vimos grupos de chicos, quizá colonia campamento de verano sin barbijos, caminando en hilera. Al llegar al auto nos enteramos de que quieren prohibir las salidas nocturnas. Lo veo inviable.


Lago del Parque independencia

Almorzamos en un restaurante frente al lago del Parque independencia y al rato, nos tiramos sobre una manta a ver como los patos se las ingenian para nadar en bandada. Y entonces vimos los kayaks, así que probamos suerte con los remos, lo que fue muy divertido. Pasamos varias veces bajo el chorro de agua y nos mojamos mucho más de lo planeamos al comenzar el divertimento. De regreso en el hotel vimos que el cielo estaba bastante despejado…  así que esperamos el atardecer. 

Pero sobre el cerro de las Ánimas empezó a armarse una tormenta eléctrica, el cielo se puso cambiante pero durante las ventanas que logramos rescatar, apagamos las luces con el truco del farol sobre la célula fotoeleçtica y tuvimos una vista memorable de Orión en su totalidad y de las Pléyades. Después se largó un chaparrón y, más tarde, volvió a despejar. Finalmente tuvimos la sesión de fotografía que habíamos imaginado… hasta que se nubló y se terminó la perfección.


Orion, Tauro y Sirio desde la terraza


Dia 7 — Tigres, no hay. Pero hay vinos.

Tandil, 8 de enero

Siendo el último día, visitamos la Sierra del Tigre. Es una reserva natural, donde en principio se podrían avistar animales. No avistamos nada, excepto un par de burritos y quizá algunos pájaros.


Flores en la Sierra del Tigre


Pero la caminata tiene buenas panorámicas y las variedad de flores es hermosa. No está tan bien indicado como te prometen en la entrada, pero la dificultad de la caminata es mínima y tomando las sierras como referencia no podés perderte.


Desde la Sierra del Tigre

Para la hora del mediodía fuimos para las afueras de Tandil, en dirección opuesta a lo que habíamos hecho el día de lluvia y vimos los pueblitos rurales también bordeando los fantasmas de las estaciones de tren. Vela y Gardey… un poco más grandes que Fulton, que solo era un caserío…

Y finalmente, para cerrar la estadía fuimos a visitar un emprendimiento de bodegas. Ahí nos emborrachamos del entusiasmo de la anfitriona que nos contó sobre el nacimiento de la industria en Tandil, donde todo es nuevo pero, con suelos y condiciones naturales similares al sur de francia, todo parece muy prometedor y romántico…

Viñedos Cordon Blanco


Teníamos que armar las valijas, pocas ganas, el atardecer estaba on fire… sabía que iba a extrañar nuestra terraza privada…


El atardecer desde la terraza


... y se venía un año duro. Durísimo.

 Killington, 8 de enero

Los primeros días de esquí no fueron los mejores. Nos agarró lluvia, nieve. No mucho frío y aunque estaba casi todo habilitado la nieve no era la mejor y como la temperatura estaba arriba de cero, tampoco podían poner las máquinas. Las pistas heladas exigen mucho, así que estabamos más bien casandos físicamente. Así que cuando vimos que estaba anunciada lluvia franca para el cuarto día, optamos por tomar un día off y salimos a pasear. Agarramos viaje para Lake York, un lugar donde estuvimos hace un par de años y habíamos visto bajo una capa gruesa de nieve. Fue divertido reconocer el lugar que antes habíamos adivinado. Estos sitios deben ser sin duda muy populares en verano, pareciera como que en estas latitudes es contraste entre el verano y el invierno es muy fuerte en estas latitudes, todo parece estar esperando. Las tiendas medio cerradas o liquidando a precios ridículos, el transito mínimo, casi nadie en las calles… y eso que había asomado un poquito el sol aunque por momentos, volvía la lluvia y se transformaba en nieve. 
Lake George


La ruta de regreso fue realmente hermosa, de color ocre, verde musgo, amarillos, celestes agrisados. Vimos un tipico bus escolar que iba dejando a los chicos de regreso de la escuela en areas rurales. Parecían escenas de una película norteamericana.

Cuando llegamos a Rutland aprovechamos para hacer compras. Yo saqué algunas fotos recordando que es el pueblo que Lorrie Moore  menciona en el Hospital de las Ranas. Uno puede imaginarlo tal cual, aún en los setenta.


Rutland


Llegamos a Killigton en medio de una nevada importante. Parece que por ahi no había habido sol sino mucha nieve todo el día. Eso era bueno, nos esperaba un gran día al día siguiente.


Killington, 12 de enero

Los días de esquí que nos quedaron fueron muy lindos, uno de mucho sol y buenísima nieve.


El sol quebrando el lago helado


Otro un poco más húmedo pero todavia aceptable, pudimos esquíar hasta la última bajada. Yo incluso probé bajar por una pista negra con bumps y solo me caí dos veces.

Las pistas, hermosas

Por las tardes, de regreso en la habitación a veces veíamos las noticias. Escuchamos hablar por primera vez del coronavirus. China parecía tan lejos...

El día de regreso nos levantamos temprano y tomamos la ruta a Boston. Llegamos antes del medio día y aprovechamos para dar un pequeño paseo hasta la bahía. Saludamos a Sarmiento y avistamos el perfil del MIT.


Paseando por Boston

Volvimos reconociendo nuestra estadía anterior, otra vez sin nieve y volvimos a pensar que Boston es una ciudad hermosa. Después ya teníamos que ir para el aeropuerto para hacer Toronto — Santiago — Buenos Aires. El viaje iba a ser largo, así que, más vale tomarlo con calma. Y más vale disfrutarlo. Se venía un año durísimo y apenas si uno podía magnificar la dimensión de su dureza, en todos los frentes.


Tranvías y un lago hermoso

 Toronto, 2 de enero

En el hotel el desayuno era bastante elegante, así que lo disfrutamos. So bien el estilo es menos francés que en Quebec, la comida suele ser un tanto mejor que la Americana. Incluso que la de Vermont que no es tan yanqui como la de otros lugares. Así que disfrutamos probando esto y aquello y nos tomamos un tiempo. Pero después salimos con todo a caminar. No hacía mucho frío, ni llovía. Pensamos que lindo hubiera sido tenér un día parecido a este en Quebec o en Montreal ya que en la última visita nos había agarrado una ola polar que casi nos congela hasta las ganas de sacar fotos.


Caminando por Toronto

Vistamos Fort York, un viejo fuerte de la ciudad donde tuvo lugar guerra 1812 invasiones americanas. Es un lindo museo con un centro de interpretación didáctico con buenas presentaciones en video y la exhibición de objetos históricos tipicos: utensillos, armas, muebles.


Fort York


Hay una serie de edificaciones bien restauradas y ambientadas en torno a un espacio verder bastante grande. De hecho, en los audiovisuales cuentan que el sitio histórico estuvo a punto de ser pasado por arriba para una autopista pero finalmente triunfo el deseo de preservar el sitio histórico. En efecto, a Fort York legamos caminando, bajo la autopista. En paralelo hay una larguísima pista para patinaje sobre hielo aunque, dado que no hacía tanto frío, tenía algunos charcos, me imagino que no estaría optima.


De allí fuimos caminando para el área del puerto. La ciudad mira al lago Ontoario que es hermoso. Hay muchos barcos amarrados y es fácil imaginar mucha actividad durante el verano.


En el área del puerto


Frente al lago también había una pista de patinaje sobre hielo con mucha gente. Un grupito de nenitos, en un costado de la pista, estaban recibiendo una clase que parecía de hockey, el deporte más popular en Candadá. Ahi nomás nos metimos en un museo de arte concpetual. Era gratis y pasamos a ver que onda. Muy raro. No entendimos nada ni siquera leyendo las explicaciones. Con un signo de pregunta en la cabeza buscamos algo para comer. Dimos un poco de vueltas, las ofertas no nos convencían y terminamos comprando pollo frito con puré en una cadena que se llama Popeye. Hicimos una especie de pic nic en una escalera frente al museo. Una mujer encargada de la limpieza de ese espacio, nos alcanzó una bolsa de nylon tipo consorcio para para tiraráramos los restos. Dejamos todo impecable,como corresponde

Después queríamos ir para la otra parte de la ciudad, pero para eso teníamos que resolver el tema del tranvía o trolebus. Estos vehiculos andan sobre vías y tienen una especie de antena. El cableado esta por toda la ciudad. También hay un sistema de bicicletas idéntico al de Buenos Aires, solo que no son gratis. Nos metimos en la estación de trenes que es la apertura a la ciudad subterránena. De entrada nos recordó a Montreal. Ahi abajo uno empieza a desorientarse  y siguiendo indicaciones y por ahi y por allá dimos muchas vueltas hasta que logramos lo que buscábamos: sacar los tickets para el tranvia. Con los tickets en mano, volvimos a subir a la superficie hasta encontrar la parada. El tranvía nos llevó a High Park. El camino era largo, nos fue alejando del centro y hacia un barrio de casitas más sencillas.


Alejándonos del centro

El parque es enorme y muy lindo aunque estaba un poco embarrado por la nieve deteerrtida. Un bosque natural con algunos caminos. La gente pasea a los perros, principalmente. Hay areas marcadas donde se puede llevar al perro sin correa, incluso. 

Después de cruzar el parque llegamos a la orilla del lago otra vez. El lago Ontario tiene en esta parte una pequeña playa con arena. Nos preguntamos si la arena es natural o la habían traído de alguna otra parte. Caminamos viendo el perfil de la ciudad sobre el lago hasta la parada del tranvía para volver al hotel. Cuando llegamos, ya había anochecido. 


Lago Ontario

Antes de ir a cenar compranos algunas tonterías en Dolorama, especie de bazar chino pero un poco mejor donde se supone que las cosas cuestan un dolar… aunque no es tan así.

Para la última cena canadiense, fuimos a Tim Burton, un a cadena local que nos gustó bastante.


Killington, 3 de enero de 2020

Despertamos de madrugada, tanto que tuvimos que irnos antes del desayuno. Salimos para el aeropuerto con la ciudad todavía dormida. No hacía frío. Dejamos el jeep de alquiler, la llave la tiramos en un dispenser que me hizo a acordar la las entregas express de Blockbuster. 


Aterrizando en Boston

En el aeropuerto había muchisima gente. Pasábamos de cola en cola. Todo el tramite para ingresar en EEUU se hace en Canada y fue tedioso. Finalmente llegamos solo unos 20 mintuos para disfrutar del lounge donde desayunamos a las apuradas. El avión demoró de en despegar… y yo me quede dormida. A Ariel lo pasaron a businnes en una situación un poco confusa que nadie entendió. Desayunó por segunda vez como un lord. El vuelo duró poco más de una hora  y aterrizamos sobre una Boston nublada. Salimos rapido y pasamos a buscar el auto de Hertz: una camioneta GM. Cuando subimos nos dimos cuenta de que no tenía la llave. Vinieron a chequear dos veces, al final nos cambiaron por otro auto exactamente igual… y salimos camino a Vermont. A eso de medio día almorzamos en un Apple Bee en Lebannon. Todavía había restos de la nevada anterior. Llegamos pasadas las 2 pm a Killington  justo a tiempo para organizar el alquiler de los esquíes. Despues fuimos para Rutland a hacer las compras, queríamos aprovisionarnos para la semana. Cuando llegamos, teníamos en recepción varias compras de Amazon. Así que dedicamos lo que restaba del día a abrir los paquetes y ver cuantas cosas lindas que habían llegado.


Happy new year a la canadiense: cataratas, un concierto al aire libre y sidra caliente

Niagara, 31 de diciembre 2019

Salimos de Buenos Aires casi con Tormenta. El aeropuerto estaba realmente detonado. Un quilombo de gente por todas partes, había muchísima cola, tuvimos que esperar una barbaridad. Lo increíble de caso que no sé por qué magia de una tarjeta de crédito teníamos acceso al VIP de migraciones, por lo cual, terminada la pesadilla de la espera pasamos directamente al VIP a hacer migraciones donde una anfitriona nos iba llevando con mucha amabilidad.  Fue muy gracioso nuestro aspecto crotísimo con zapatillas agujeareadas en un lugar tan cheto. Nos quedamos esperando mientras comíamos algo pre embarque ya que con tanta cola no habíamos tenido tiempo de almorzar.

Como viajamos por Air Canadá, teníamos escala en Santiago de Chile. El aeropuerto estaba lleno de gente también, y de smog. Santiago siempre tiene mucho smog me parece. Volvimos a subir al mismo avión, creo que nos habían hecho bajar para cargar el combustible. En el avión vi la película de Tarantino “Once upon a time in Hollywood” y me divertí. Como siempre, Tarantino es una fábrica de memes increíbles. Me llevo el lanzallamas.

El vuelo es largo pero tranquilo. Llegamos a Toronto de madrugada. Inesperadamente no hacía mucho frío. Fuimos a buscar el auto de alquiler, un enorme jeep blanco y salimos a la autopista. Caía un poco de agua nieve. Llegamos a Niagara en poco más de una hora, para ese momento se había largado una nevada importante, así que el primer recorrido lo hicimos en auto. La ciudad del lado canadiense no es muy grande, pero es linda y mira hacia las cataratas. La avenida principal tiene un mirador de piedra que me hace acordar al del Nahuel Huapí en Bariloche, pienso que tal vez fue construído en la misma época. A primera vista, y de lejos, las cataratas me parecen mucho más pequeñas que las de Iguazú. La comparación es inevitable. Quisimos salir a caminar para acercarnos más pero empezó a nevar una nieve húmeda que nos hizo reconsiderar el plan, así que nos metimos en en un restaurante, una linda sucursal de Rain Forest que nos hizo a acordar a Orlando y a otros paisajes tropicales.


Niagara Falls, desde el lado canadiense


Mirador canadiense de Niagara Falls

Más a la tarde, había dejado de nevar, entonces aprovechamos para recorrer la larga avenida de las cataratas. Los saltos son tres. La catarata frontal que cae desde EEUU y tiene una más pequeña al lado (el velo de novia) y la tercera, mucho más imponente que, vista de cerca, recuerda a la Garganta del Diablo. Aunque es muy diferente, primero porque el agua es color azul/plateada. Es agua de lagos, agua glaciar, no arrastra tierra colorada como en misiones. Pero además, la catarata se ve desde arriba, con lo cual, el efecto visual es bastante diferente.

Frente a la avenida de las Cataratas hay un parque que estaba decorado con luces navideñas, todavía apagadas. Caminamos descubriendo cosas, como un interesante monumento a Telsa quien ideó un sistema para el aprovechamiento de la energía de las cataratas. 

Finalmente fuimos para el hotel y nos prepararnos para el festival de fin de año. Caminamos por la avenida de las cataratas iluminado con leds multicolores.


Iluminación nocturna

No hacía mucho frío y la noche se veía linda. También se iluminan las cataratas de color rojo, azul… verde. El show, según parece, es una tradición en la noche de fin de año, pero esta vez, la participación de Brian Adams, traía expectativa adicional. Había mucha gente de todas las edades. Una pareja mayor, gente que vivía en Niagara, nos daba charla circunstancial y se quejaban del olor a marihuana. A eso de las nueve hubo un primer show de fuegos artificiales sobre las cataratas como anticipo.


Cataratas iluminadas por la noche

Los dos primeros artistas fueron una chica muy joven llamada Valery que nos gustó mucho y una banda interesante: Walk of the Earth. El Show de Brian Adams nos pareció muy bueno, a la altura de las expectativas, con sus éxitos y buen sonido. A las 12 llegaron los fuegos artificiales sincronizados con la iluminación de la torre que es todo un landmark del Niágara canadiense.

Happy new year



Y después desconcentramos con calma, los canadienses son un público bastante frío aunque se notaba que el show les había gustado. Caminamos por la avenida iluminada hasta el hotel y nos fuimos  dormir.


1 de enero 2020


El día pintó de entrada un poco más despejado, así que tras el desayuno, fuimos por una nueva caminata por la ciudad. No hacía mucho frío y la visibilidad había mejorado un montón. El hotel en el que paramos estababa relativamente cerca de las atracciones del centro comercial. Decidimos subirnos a la Skyweel Niagara, una vuelta al mundo al lado de un mini golf temático de dinosuarios.


Las cataratas desde lo alto


La rueda daba tres vueltas y desde lo alto podían verse las catarantas a pleno en toda su dimensión. Realmente valía la pena observar desde arriba. Como teníamos prismáticos, pudimos ver más de cerca detalles del lado norteamericano, que nos quedamos con ganas de conocer (bueno, en realidad, Adrián ya había ido en otro viaje) que seguramente muestra un perspectiva muy disintita ya que las cataratas caen desde EEUU hacia Canada de modo tal que no hay vista panorámica desde el otro lado.

El Rainbow bridge que une a los dos países sí debe ofrecer una vista de frente de la catarata más caudalosa… quizá podríamos haber pasado de tener un día más, pero no teníamos ganas de demsiados controles froterizos… 


Rainbow bridge

El lado Canadiense es bastante comercial. Está lleno de atracciones familares bastante títpicas de los centros turísticos norteamericanos. Cine IMAX, parques de agua, museos de cera, experiencias temáticas…  Imaginamos que del lado de EEUU sería igual pero recargado. Dimos varias vueltas por la ciudad, recorriendo otra vez toda la avenida principal hasta la catarata principal e incluso creímos indentificar el famoso generador de energía hidroeléctrica vinculado a Telsa.

Cerca del medio día, arrancamos viaje para Toronto. Almorzamos en un food corut a mitad de camino. Elegí mal en un local de comida china: unos vegetales herbidos que no tenían gusto a nada. 

Al toque llegamos a Toronto, todavía era de día. El hotel en el que paramos estaba en una zona muy céntrica cerca de la famosa CN Tower, torre landmark de la ciudad.

Torre emblemática de Toronto

Es una torre antenaTan cerca estaba que podía ver una parte desde la ventana del cuarto. La ciudad estaba desierta, entendimos que por ser feriado. Salimos a caminar hasta una zona que se llama Distillery District, un área con lindos bares y restó en una zona pintorezca con edificios de ladrillos estilo colonial inglés. Entreamos a un cafe/bar Blazac’s Distellery District muy cool que medio que estaba a punto de cerrar y casi nos echan. Yo tomé una sidra caliente que estaba realmente espectacular. Al salir ya estaba todo cerrado y bastante oscuro.


Distellery District


La torre CN iluminada en diferentes variantes de color, de forma alternada. Pensamos en subir al tranvia que habíamos visto por la calle e intentamos hacerlo en una parada cercana. La recepcionista del hotel nos había dicho que se podía pagar cash al subir, pero cuando subimos la opción cash requería monedas que no teníamos, así que como subimos, tuvimos que bajar y empezar a caminar. Eran unas cuantas cuadras hasta el hotel. Unos tres kilometros calculo. 

Al final ya era era más o menos tarde así que salimos a comer. Fuimos a un local de pizza rapida a una cuadra del hotel. Pedimos una promo que era genial, dos pizzas y una caja de 12 tufas de chocolate que nos duró varios días. A las 8:30 ya estamos en la habitación con serios planes de dormir. El día se cierra pronto en estas latitudes.