jueves, 25 de enero de 2024

Cartagena guiada por el chat GPT

 25 de enero, Cartagena


El día de hoy estuvo completamente dedicado al casco de la ciudad, rodeada por su hermosa muralla mirando al Mar Caribe. Es una ciudad hiper turística y encantadora. Los vendedores de productos y servicios como masajes o peinados pueden ser un poco intensos pero en general entienden el no-gracias y responden con bendiciones. Caso aparte son los raperos que lamentablemente suelen ser graciosos y, si se te escapa una sonrisa, evadirlos es casi imposible. A Adrián le empezaron a rapear algo con Ojos de Gato y nos hicieron reír, pero la verdad que no sé, no tenemos onda para eso y una vez que abrís el juego no sé a donde te lleva. Te persiguen un poco y Adrián tiene mucha pinta de gringo que gana en dolares, lo cual… bueno, no.

Para hacerlo de forma diferente esta vez, echamos la suerte a lo que nos sugería el chat gpt para un día a todo Cartagena. Más o menos siguiendo sus indicaciones,con algunas licencias, recorrimos estos puntos de interés:



  • Ingresamos por la entrada principal y nos sumergimos en las callecitas con sus balcones chorreantes de flores. Fue divertido escuchar guías para americanos en las que les explicaban que en Cartagena todo el año hace el mismo calor.




  • Chusmeamos la escultura de Botero, una gorda muy sexy que el artista donó a la ciudad y está en una de las plazas principales. Era un poco bizarro ver a los turistas tocándole el culo a la escultura, pero bueno.
  • Nos sentamos en una plaza y comimos agua raspada, esto es un vaso con hielo molido y jugo. El vendedor  muele el hielo con un una especie de prensa y molinillo de hierro y le agrega jugo de tamarindo, maracuyá… y otros sabores que no me acuerdo.

  • Entramos a varias iglesias, todas las que vimos. Son muy antiguas y previas al barroco español. Eso las hace diferentes, menos oscuras. La mayoría están muy bien conservadas y en muy buen estado de mantenimiento. Dato curioso es que las ventanas y puertas tienden a estar abiertas, ventiladas, listas para hacer frente al calor.
  • Fuimos a la librería El Abaco, donde tomamos café y limonada de coco. También nos convidaron soda saborizada de limón con el borde del vaso decorado con sal. Un lugar realmente agradable. Compré un libro de Lorena Salazar Masso, una escritora colombiana que no conocía. La editorial se llama Opera Prima, así que asumo que el libro que compré: “Esta herida llena de peces” es su primer trabajo. Es una historia de un madre blanca y un niño negro. En la primera página, hay una escena donde le compra al niño mango con sal. Lo mismo que compré al llegar a Cartagena. Imposible no llevarme el libro. 
  • Visitamos el museo del Oro Zenú en el que pudimos ver piezas arqueológicas muy hermosas. Muchas de ellas, instrumentos musicales. Es un lugar nuevo, muy moderno y gratis. 

  • Nos perdimos en las calles del Barrio de Getsemaní, callecitas decoradas con banderines y mucho movimiento. Nos dijeron que la movida está ahí por las noches, lastima que estamos lejos. Hay partes donde los artistas exponen cuadros coloridos. Muchas imágenes de Cartagena, rostros de mujeres… y todo es muy lindo en verdad.

  • Algo que no buscamos pero que encontramos yendo de un lugar a otro: vimos un perezoso trepado a un árbol y comiendo sus frutos a la vista de todos los turistas.
  • Visitamos el museo de Cartagena donde vimos bastante sobre la historia de la ciudad y, especialmente, sobre el Santo Oficio. Este museo no es gratuito pero vale la pena verlo. El edificio, nomás, el lugar donde funcionó el tribunal de los inquisidores y vale la pena recorrerlo. Está en excelente estado de mantenimiento y es muy interesante. De paso, recordar las atrocidades de la inquisición es un buen ejercicio de lo que no debería nunca más pasar en ninguna de sus variantes modernas. Que le quepa el sayo al que le corresponda.
  • Recorrimos entero todo el perímetro de la muralla. No es muy grande pero todavía hacía calor y viento. Por eso, supongo, había poca gente. La muralla está bien restaurada y tiene sectores preparados para la gastronomía, seguramente para el atardecer se todo se llenaría de turistas.


  • Para cerrar el día, no es que no quedaban cosas que hacer pero ya no nos daban los pies, nos sentamos otra vez en la plaza de Santo Domingo y vimos un conjunto de bailarines a la gorra que hicieron danzas folklóricas con mucho ingrediente afro. Era alucinante verlos contorsionar al ritmo de los tambores.

Sobre la puesta del sol empezamos a caminar los 2 km de regreso al hotel. Vimos como el mar se deshacía contra las piedras a la vista de los rascacielos que lo miran, en la parte moderna de la ciudad. La idea es salir a cenar por la zona de nuestro hotel, en Bocagrande, para después ordenar el lío que del cuarto . Mañana había que cambiar otra vez de destino.


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