Día uno:
Nieve artificial por suerte porque de la que manda dios, hay poca. Mucho hielo y feriado largo gracias a Luther King. Frío sin viento y algo de hielo. Bastante gente. Esquíamos desde temprano y almorzamos en Sunrise. La nueva app del centro de esquí está muy buena pero me dejó de trackear al medio día así que no sé bien cuanto esquié.
En una subida por la góndola subimos con una familia cuya hijita era jugadora de Soccer. Hinchó por Francia, nos dijo el padre y, como le dijimos que éramos argentinos, nos ofreció arrojarla por la ventana. Simpáticos los gringos. En la parada intermedia subió otro con gorro de cowboy que parecía Clint Eastwood. Mientras se clavaba un trago con su petaca, dijo que su sueño era vivir siempre en invierno para esquiar sin parar. Un buen plan para cuando se retirara.
Me caí una sola vez. Un snowboard me atropelló por detrás. Pero fue un incidente menor.
Día dos:
Salió el sol y las máquinas de nieve funcionaron toda la noche. Nos apuramos a esquiar por la mañana porque nos dijeron que, siendo domingo, la gente llega más tarde. Hay muchas pistas que no están abiertas, no nos preocupa mucho por el momento, tenemos para divertirnos. Igual, el hielo se siente… nunca vimos tan complicadas las pistas por aca. Decí que los esquíes del rental son magníficos y clavas el filo como si nada.
La app de trackeo anda cuando se le canta, no queda muy claro por qué. Igual, esquiamos mucho aunque eligiendo bien las rutas, porque las pistas están difíciles.
De vuelta en el hotel los housekeeper nos dejaron una notita de “Vamos Argentina!”, porque son argentinos y se ve que reconocieron las evidencias argentas en nuestra habitación.
A la noche vimos Andrómeda por la ventana y también las Pléyades que acá se ven re altas y con Orión, con la espada hacia abajo.
Día tres:
Sin sol. No tanto viento como el que imaginábamos. Nieve artificial, tan seca que parece telgopor primero y azúcar con las pasadas. Muy diferente a la nieve honda y húmeda de Caviahue (uh, voy a tener que hacer un diario de Caviahue para la próxima!). Como el día no era muy bonito, tampoco había demasiada gente. Comimos lentejas en el nuevo lodge del K1 que es muy elegante quizá demasiado para mi gusto. A la tarde hice una pista negra y no me caí. Convengamos que sin gente todo es más fácil.
Día cuatro:
Sol hermoso por la mañana, un auténtico blue bird day. Poca gente en la montaña, más que ideal para probar algunas pistas un poquito más difíciles. Comimos un poco pesado, mucha fritanga, pero al aire libre, en Bear Mountain. Nos quedamos medio pipones para la tarde. Después se nubló. Las últimas pistas fueron bajo el agua nieve.
Día cinco:
El último día de esquí siempre tiene algo de nostalgia anticipada. Esquiar es como un estado de meditación que se interrumpe hasta nuevo aviso. Amaneció feo pero fue mejorando de a ratos y por sectores, subíamos con sol discreto, luego aguanieve, nube y viento blanco. Bajando, el proceso se invertía. Esquiamos mucha nieve sopita y algo de nieve fresca. Fue un buen día para animarse a las pistas más difíciles y despedirnos de la montaña.
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