jueves, 10 de febrero de 2022

En busca de la mistica perdida

 El Calafate, 9 de febrero

Hoy fue el día clásico. Fuimos a ver las pasarelas del Perito Moreno. Sacamos la entrada por Internet así nos servían para dos días no consecutivos (al parecer, si se saca en el lugar, sirve solo para dos días consecutivos). Igual, aunque te dan el ticket digital, tenés que hacer la cola como cualquiera y validarlo en caja, donde te dan uno de papel. No se entiende mucho el sentido. Además, nadie después te pide el ticket. Que sé yo… medio ridículo todo.

Fue un día nublado, de a ratos llovía. El Perito Moreno es imponente, desde luego, pero no sé si porque los recuerdos engañan, por que estaba muy nublado o por el calentamiento global, lo ví como más chico, más abarcable… ¿puede ser? La pasarela es nueva, toda de metal y cuadriculada. Incluso te pueden llevar en un micro a un nivel superior para que solo tengas que bajar. Nos pareció ridículo pero quizá no esté mal desde la accesibilidad. El estacionamiento estaba bastante lleno, y los restaurantes también. 

Me dio un poco de nostalgia recordar la pasarela vieja, esa cosa más romántica. Los grupos de turistas a los gritos, la gente haciendo videollamada mostrando el glaciar, tener que esperar para que se corran y sacar una foto… bueno, no es que estallara de gente tampoco, pero es como que esa cosa mística que tenía el hielo y el silencio… ya fue. Ojalá sobreviva en baja temporada.




Comimos nuestra vianda en la pasarela esquivando la lluvia que se largaba de a ratos. Con los binoculares vimos a los que llevaban para el trekking sobre el hielo, excursión inolvidable que hicimos en el 94 cuando era algo bastante extravagante pero no salía tan caro ni había que reservar con anticipación. 

El glaciar está ahora lejos de tocar la costa y formar el dique. Al parecer la última vez que se rompió fue en el 2018 y por el momento parece como que faltara mucho para que vuelva a formarse. Nos quedamos discutiendo largo sobre cómo era que circulaba el agua porque había tanto viento que parecía funcionar contra el sentido común. 

Al final, medio que nos corrió la lluvia. A la salida, hicimos una bajada a la altura del mirador que estaba junto a la hostería Los Notros donde habíamos parado en 2001. La hostería, ahora abandonada, había sido vendida hace rato y comprada por Cristobal Lopez hace varios años con el objetivo de hacerla más grande. Al parecer hubo lío por el impacto ambiental y ahora hay algo espantosamente abandonado y en ruinas.


Por un lado la vieja hostería semidesmantalada y por el otro, la nueva y  mucho más grande construcción sin terminar, junto con unos cuantos hierros, vidrios rotos y etceteras. El impacto ambiental de semejante cúmulo de basura, es un escándalo. Al menos, la vegetación va avanzando. Nos metimos entre los escombros y tratamos de reconocer ese lugar donde nuestra habitación daba al glaciar en todo su esplendor. Bajando al mirador, se nos acercó un zorrito colorado buscando comida. Por supuesto, no lo alimentamos porque de otra forma la fauna silvestre pierde las mañas para la caza y eso no debe suceder. Pero le sacamos un montón de fotos.

De regreso a El Calafate las nubes fueron cambiando de forma y la lluvia quedó atrás. Así que dimos algunas vueltas por el lago argentino y volvimos al hotel a descansar.


El Calfate, 10 de febrero

No teníamos planes concretos para hoy. Habíamos pensado días tranquis para observación astronómica o drone pero entre el viento y las nubes, tuvimos que pensar en otros planes. Así que aprovechamos la mañana para visitar un Punta Walichu un yacimiento arqueológico con pinturas rupestres que habíamos conocido en los 90 y recordábamos con cierto romanticismo. El lugar está a la salida de Calafate, en la orilla del Lago Argentino. Según cuentan, fue bautizado por el mismísimo Perito Moreno. El lugar es privado y está muy cuidado, no con muchos recursos pero con bastante creatividad. La vez pasada, era una vista guiada, ahora, te entregan un audioguía grabada con la que vas recorriendo las postas. Las pinturas son pequeñas y muchas cuesta verlas bien. Pero el lugar es realmente mágico y buscaron explotar eso porque las guías tienen un relato suave, relajate… con muy buena música. Es una experiencia bastante espiritual. Hay también algunas reproducciones de pinturas de otros yacimientos arqueológicos de la provincia que están integrados a la experiencia. 



De allí nos fuimos para las otras afueras del pueblo, camino al parque. Hay un museo que se llama Glaciarum que es un centro de interpretación sobre los glaciares. Por fuera es una construcción atractiva, de zinc, que alude con alguna licencia geométrica el frente de un glaciar. El museo es un centro de interpretación didáctica como el que uno esperaría encontrar incluído dentro del parque nacional y no tener que pagarlo aparte… pero en el parque nacional el centro de interpretación estaba cerrado…  y los carteles didácticos son bastante malos, aún más los nuevos que los más viejitos. 

El museo es una colección de infografías con mucho texto, alguna maqueta y algunos recursos audiovisuales. Hay un juego interactivo que nunca entendimos cómo andaba. No es muy moderno y está muy lejos de las exposiciones interactiva-didácticas que vimos en EEUU o en Inglaterra, pero no es un desastre tampoco. Hay una proyección sobre la ruptura del glaciar que está relatada en primera persona (habla el glaciar) y es un poco cursi, pero bueno, a lo mejor pueda resultar emocionante si uno pone buena onda. Lo que más me gustó fue el video dedicado al Perito Moreno, aunque lo exalta muy escolarmente, no está mal.

Lo que quedó del día fue poco. Salimos a comprar pavaditas y a comer algo por ahi. Mañana hacemos una lacustre clásica y con eso, se acaba el viaje.


No hay comentarios:

Publicar un comentario