Día 1 — Sequía
Tandil, 2 de enero 2021
Las dos primeras noches me costó domir, concilar el sueño, que se dice. Pero el paisaje no tiene nada que ver con eso. Alguien me dijo una vez que no hay postal que pueda neutralizar los problemas, que igual están ahí, y no cambian nada. Yo tengo mis dudas. Creo que hay horizontes más sanadores que otros. La salida fue a los ponchazos, casi no podemos irnos, casi tenemos que cancelar hasta último momento, así que salir fue una especie de victoria acelerada, una forma de huida simbólica, un deseo cancelado una y otra vez, un plan en retrospectiva. Corrimos tanto que al primer peaje caí en cuenta de que me había olvidado la malla así que volvimos a buscarla. Aún valía la pena volver antes que comprar una nueva. La Ruta 3 nos acunó con salitos desprolijos. Comimos dos empanadas cerca del mediodía, haciendo un poco de tiempo ya que el horario de ingreso era a las 16.
El hotel Elegance de Tandil es el lujo que nos quisimos dar. La mejor habitación con terracita y vista al valle de la ciudad. Esas colinas que te hacen acordar a la campiña inglesa, a un campo de golf espontáneo… o a los teletubis. La pileta, increíble. Tiene una forma de cuña y rodeada de piedras. Y en la habitación tenemos el balcón vidriado que sueño siempre. La subida al hotel no es complicada, pero tiene su pendiente. Como sea, vale la pena.
Como llegamos deshidratados, pasamos por el supermercado Monarca, que tiene toda la onda y dimos una vuelta por la ciudad. Que nos pareció tan cool que no merece ser Argentina, mucho menos PBA. Más tarde nos remojamos en la pileta y cenamos en nuestra terraza privada. Nos empañó la noche que las luces de la terraza nos complicaron las observaciones astronómicas. No podían apagarse. Se encendían con células fotoeléctricas.
Día 2 — Un horno
Tandil, 3 de enero de 2021
Hacía tanto calor que costaba hacer planes. A la mañana fuimos a Carrefour, que está muy bien surtido. Entre otras cosas compramos destornilladores para aflojar las luces de la terraza. A la tarde nos quedamos remojándonos en la pileta, el calor casi no nos deja respirar. Cuando aflojó un poco, salimos a dar algunas vueltas por la ciudad. Subimos al cerro Centinela y vimos que la aerosilla no funciona. No sabemos si por la cuarentena o por alguna otra razón.
Cerro Centinela |
A la noche, en la terraza, evaluamos aflojar las luces para ver mejor el cielo, pero nos pareció muy jugado. Igual algunas nubes empezaban a complicar… y mientras, descubrimos el lugar de la célula fotoeléctica. Era cuestión de mantenerla iluminada, con la luz del celular, lográbamos apagarlas… ¡y estaba lleno de estrellas!
Día 3 — Pedaleo
Tandil, 4 de enero de 2021
Amenazaba con llover, pero no tanto. Por la mañana fuimos otra vez a Carrefour y volvimos con un farolito y un hilo. El plan de alumbrar la célula fotoeléctrica comenzaba a tomar forma. Igual no nos ilusionamos demasiado porque las nubes empezaban a ponerse oscuras. Eso era bueno para algunas cosas pero horrible para otras. Para conjurar contra la mala suerte alquilamos bicicletas y salimos de amplio recorrido bordeando el lago, subimos hasta el mirador del fuerte, arrastrando las bicicletas porque no teníamos técnica ni fuerza para tanto.... y terminamos en un pintoresco recorrido por las calles de adoquines. De regreso, en la terraza, cayeron las primeras gotas. Así que cenamos en el balcón cerrado mientras empezaban los olores de la lluvia.
Día 4 — El diluvio
Tandil, 5 de enero
Llovió toda la noche y de pronto pareció que llovía menos, pero no tanto. Entonces hicimos lo que hacemos siempre que llueve y estamos de vacaciones: agarrar el auto. Salimos camino a Ayacucho para ver qué onda. Entramos en un pueblo fantasma al pie de una estación de tren abandonada. Fulton fue como entrar una pintura de Molina Campos, húmeda de caballos y girasoles.
Fulton |
De vuelta a la ruta nos agarró el diluvio. En Ayacucho vimos una escultura de piezas mecánicas de un gaucho con barbijo y fuimos hasta la escuela técnica donde mis hijos participaban de los torneos de robótica. Mandamos fotos por wp ¿a que no saben donde estamos?
Ayacucho |
Por cierto, caía tanta agua que casi no sabíamos donde estábamos. Seguimos hasta Balcarce, dimos una vuelta bajo la lluvia, no entramos en el museo de Fangio, la lluvia nos empezó a malhumorar, así que volvimos nadando entre campos de girasoles hasta el hotel donde vivimos como seguía lloviendo desde la ventana.
Día 5 — La piedra trucha
Tandil, 6 de enero
El diluvio fue temprano, tipo 7. Por mi parte no me importó mucho y me limité a enroscarme en la cama y dormir hasta tarde. Me llevó cuatro días, pero ya podía decir que estaba descansando. La lluvia después paró y aunque seguía nublado, el día se volvió potable. Así que aprovechamos para los highlights de Tandil lo cual incluyó subir al Cerro Calvario, que nos impresionó muy bien por lo cuidado pese a la antigüedad de la idea como atractivo turístico.
Cerro Calvario |
Después fuimos a ver la falsa piedra movediza, que no nos pareció tan linda (se nota mucho que es trucha) porque no les costaba nada pintarla con se ve el resto del paisaje y darle un aspecto más integrado con el resto de las rocas. Un toque Disney hace falta ahí. El lugar está medio desgastado, la restauración de hace unos años, quizá medio pretenciosa, está bastante venida a menos.
En la zona de la Piedra Movediza |
Todo lo contrario, el Cristo de la Sierra, donde fuimos más tarde, una estatua que mira al norte y que está en otro lugar más alejado, nos pareció mucho más atractiva.
El cristo de la sierra |
La vista es hermosa y vale la pena la caminata hasta la cima. Más tarde fuimos al Holandés, un emprendimiento de productos regionales donde compramos una horma enorme de queso gouda, alfajores de café (para nuestra sorpresa, hechos en Fulton) y dulce de leche.
Para cerrar el día, picada y cerveza. Imposible ver las estrellas. El cielo, completamente nublado.
Dia 6 — Un día perfecto
Tandil, 7 de enero
Nos recomendaron hacer el camino de los pioneros y nos costó un poco encontrarlo, pero la caminata valió la pena. Es una caminata interesante, donde se ven las sierras entre flores y moras silvestres. Subimos algunas piedras y avistamos varios hitos como un monumento a los picapedreros. Vimos grupos de chicos, quizá colonia campamento de verano sin barbijos, caminando en hilera. Al llegar al auto nos enteramos de que quieren prohibir las salidas nocturnas. Lo veo inviable.
Lago del Parque independencia |
Almorzamos en un restaurante frente al lago del Parque independencia y al rato, nos tiramos sobre una manta a ver como los patos se las ingenian para nadar en bandada. Y entonces vimos los kayaks, así que probamos suerte con los remos, lo que fue muy divertido. Pasamos varias veces bajo el chorro de agua y nos mojamos mucho más de lo planeamos al comenzar el divertimento. De regreso en el hotel vimos que el cielo estaba bastante despejado… así que esperamos el atardecer.
Pero sobre el cerro de las Ánimas empezó a armarse una tormenta eléctrica, el cielo se puso cambiante pero durante las ventanas que logramos rescatar, apagamos las luces con el truco del farol sobre la célula fotoeleçtica y tuvimos una vista memorable de Orión en su totalidad y de las Pléyades. Después se largó un chaparrón y, más tarde, volvió a despejar. Finalmente tuvimos la sesión de fotografía que habíamos imaginado… hasta que se nubló y se terminó la perfección.
Orion, Tauro y Sirio desde la terraza |
Dia 7 — Tigres, no hay. Pero hay vinos.
Tandil, 8 de enero
Siendo el último día, visitamos la Sierra del Tigre. Es una reserva natural, donde en principio se podrían avistar animales. No avistamos nada, excepto un par de burritos y quizá algunos pájaros.
Flores en la Sierra del Tigre |
Pero la caminata tiene buenas panorámicas y las variedad de flores es hermosa. No está tan bien indicado como te prometen en la entrada, pero la dificultad de la caminata es mínima y tomando las sierras como referencia no podés perderte.
Desde la Sierra del Tigre |
Para la hora del mediodía fuimos para las afueras de Tandil, en dirección opuesta a lo que habíamos hecho el día de lluvia y vimos los pueblitos rurales también bordeando los fantasmas de las estaciones de tren. Vela y Gardey… un poco más grandes que Fulton, que solo era un caserío…
Y finalmente, para cerrar la estadía fuimos a visitar un emprendimiento de bodegas. Ahí nos emborrachamos del entusiasmo de la anfitriona que nos contó sobre el nacimiento de la industria en Tandil, donde todo es nuevo pero, con suelos y condiciones naturales similares al sur de francia, todo parece muy prometedor y romántico…
Viñedos Cordon Blanco |
Teníamos que armar las valijas, pocas ganas, el atardecer estaba on fire… sabía que iba a extrañar nuestra terraza privada…
El atardecer desde la terraza |
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