Niagara, 31 de diciembre 2019
Salimos de Buenos Aires casi con Tormenta. El aeropuerto estaba realmente detonado. Un quilombo de gente por todas partes, había muchísima cola, tuvimos que esperar una barbaridad. Lo increíble de caso que no sé por qué magia de una tarjeta de crédito teníamos acceso al VIP de migraciones, por lo cual, terminada la pesadilla de la espera pasamos directamente al VIP a hacer migraciones donde una anfitriona nos iba llevando con mucha amabilidad. Fue muy gracioso nuestro aspecto crotísimo con zapatillas agujeareadas en un lugar tan cheto. Nos quedamos esperando mientras comíamos algo pre embarque ya que con tanta cola no habíamos tenido tiempo de almorzar.
Como viajamos por Air Canadá, teníamos escala en Santiago de Chile. El aeropuerto estaba lleno de gente también, y de smog. Santiago siempre tiene mucho smog me parece. Volvimos a subir al mismo avión, creo que nos habían hecho bajar para cargar el combustible. En el avión vi la película de Tarantino “Once upon a time in Hollywood” y me divertí. Como siempre, Tarantino es una fábrica de memes increíbles. Me llevo el lanzallamas.
El vuelo es largo pero tranquilo. Llegamos a Toronto de madrugada. Inesperadamente no hacía mucho frío. Fuimos a buscar el auto de alquiler, un enorme jeep blanco y salimos a la autopista. Caía un poco de agua nieve. Llegamos a Niagara en poco más de una hora, para ese momento se había largado una nevada importante, así que el primer recorrido lo hicimos en auto. La ciudad del lado canadiense no es muy grande, pero es linda y mira hacia las cataratas. La avenida principal tiene un mirador de piedra que me hace acordar al del Nahuel Huapí en Bariloche, pienso que tal vez fue construído en la misma época. A primera vista, y de lejos, las cataratas me parecen mucho más pequeñas que las de Iguazú. La comparación es inevitable. Quisimos salir a caminar para acercarnos más pero empezó a nevar una nieve húmeda que nos hizo reconsiderar el plan, así que nos metimos en en un restaurante, una linda sucursal de Rain Forest que nos hizo a acordar a Orlando y a otros paisajes tropicales.
Niagara Falls, desde el lado canadiense
Mirador canadiense de Niagara Falls |
Más a la tarde, había dejado de nevar, entonces aprovechamos para recorrer la larga avenida de las cataratas. Los saltos son tres. La catarata frontal que cae desde EEUU y tiene una más pequeña al lado (el velo de novia) y la tercera, mucho más imponente que, vista de cerca, recuerda a la Garganta del Diablo. Aunque es muy diferente, primero porque el agua es color azul/plateada. Es agua de lagos, agua glaciar, no arrastra tierra colorada como en misiones. Pero además, la catarata se ve desde arriba, con lo cual, el efecto visual es bastante diferente.
Frente a la avenida de las Cataratas hay un parque que estaba decorado con luces navideñas, todavía apagadas. Caminamos descubriendo cosas, como un interesante monumento a Telsa quien ideó un sistema para el aprovechamiento de la energía de las cataratas.
Finalmente fuimos para el hotel y nos prepararnos para el festival de fin de año. Caminamos por la avenida de las cataratas iluminado con leds multicolores.
Iluminación nocturna |
No hacía mucho frío y la noche se veía linda. También se iluminan las cataratas de color rojo, azul… verde. El show, según parece, es una tradición en la noche de fin de año, pero esta vez, la participación de Brian Adams, traía expectativa adicional. Había mucha gente de todas las edades. Una pareja mayor, gente que vivía en Niagara, nos daba charla circunstancial y se quejaban del olor a marihuana. A eso de las nueve hubo un primer show de fuegos artificiales sobre las cataratas como anticipo.
Cataratas iluminadas por la noche |
Los dos primeros artistas fueron una chica muy joven llamada Valery que nos gustó mucho y una banda interesante: Walk of the Earth. El Show de Brian Adams nos pareció muy bueno, a la altura de las expectativas, con sus éxitos y buen sonido. A las 12 llegaron los fuegos artificiales sincronizados con la iluminación de la torre que es todo un landmark del Niágara canadiense.
Y después desconcentramos con calma, los canadienses son un público bastante frío aunque se notaba que el show les había gustado. Caminamos por la avenida iluminada hasta el hotel y nos fuimos dormir.
1 de enero 2020
El día pintó de entrada un poco más despejado, así que tras el desayuno, fuimos por una nueva caminata por la ciudad. No hacía mucho frío y la visibilidad había mejorado un montón. El hotel en el que paramos estababa relativamente cerca de las atracciones del centro comercial. Decidimos subirnos a la Skyweel Niagara, una vuelta al mundo al lado de un mini golf temático de dinosuarios.
Las cataratas desde lo alto |
La rueda daba tres vueltas y desde lo alto podían verse las catarantas a pleno en toda su dimensión. Realmente valía la pena observar desde arriba. Como teníamos prismáticos, pudimos ver más de cerca detalles del lado norteamericano, que nos quedamos con ganas de conocer (bueno, en realidad, Adrián ya había ido en otro viaje) que seguramente muestra un perspectiva muy disintita ya que las cataratas caen desde EEUU hacia Canada de modo tal que no hay vista panorámica desde el otro lado.
El Rainbow bridge que une a los dos países sí debe ofrecer una vista de frente de la catarata más caudalosa… quizá podríamos haber pasado de tener un día más, pero no teníamos ganas de demsiados controles froterizos…
Rainbow bridge |
El lado Canadiense es bastante comercial. Está lleno de atracciones familares bastante títpicas de los centros turísticos norteamericanos. Cine IMAX, parques de agua, museos de cera, experiencias temáticas… Imaginamos que del lado de EEUU sería igual pero recargado. Dimos varias vueltas por la ciudad, recorriendo otra vez toda la avenida principal hasta la catarata principal e incluso creímos indentificar el famoso generador de energía hidroeléctrica vinculado a Telsa.
Cerca del medio día, arrancamos viaje para Toronto. Almorzamos en un food corut a mitad de camino. Elegí mal en un local de comida china: unos vegetales herbidos que no tenían gusto a nada.
Al toque llegamos a Toronto, todavía era de día. El hotel en el que paramos estaba en una zona muy céntrica cerca de la famosa CN Tower, torre landmark de la ciudad.
Torre emblemática de Toronto |
Es una torre antenaTan cerca estaba que podía ver una parte desde la ventana del cuarto. La ciudad estaba desierta, entendimos que por ser feriado. Salimos a caminar hasta una zona que se llama Distillery District, un área con lindos bares y restó en una zona pintorezca con edificios de ladrillos estilo colonial inglés. Entreamos a un cafe/bar Blazac’s Distellery District muy cool que medio que estaba a punto de cerrar y casi nos echan. Yo tomé una sidra caliente que estaba realmente espectacular. Al salir ya estaba todo cerrado y bastante oscuro.
Distellery District |
La torre CN iluminada en diferentes variantes de color, de forma alternada. Pensamos en subir al tranvia que habíamos visto por la calle e intentamos hacerlo en una parada cercana. La recepcionista del hotel nos había dicho que se podía pagar cash al subir, pero cuando subimos la opción cash requería monedas que no teníamos, así que como subimos, tuvimos que bajar y empezar a caminar. Eran unas cuantas cuadras hasta el hotel. Unos tres kilometros calculo.
Al final ya era era más o menos tarde así que salimos a comer. Fuimos a un local de pizza rapida a una cuadra del hotel. Pedimos una promo que era genial, dos pizzas y una caja de 12 tufas de chocolate que nos duró varios días. A las 8:30 ya estamos en la habitación con serios planes de dormir. El día se cierra pronto en estas latitudes.
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