lunes, 7 de febrero de 2022

Un humeul, una mochilera italiana y un libro

 El Chalten, 6 de febrero


El trekking de hoy fue el más intenso después de la Laguna de los tres. Fuimos al cerro y la laguna torre por un sendero de unos diez kilómetros, según desde donde se cuenten. Si bien no tiene un tramo tan complicado es largo y las piedras, y el sol y el cansancio acumulado, nos dejaron bastante agotados. Igual, la travesía valió la pena. Aunque el cerro torre estuvo tapado por nubes buena parte de la caminata, incluso cuando llegamos, en el camino de vuelta despejó y pudimos verlo en todo su esplendor.

La Laguna torre muestra el eclipse del glaciar. Hay unos pocos témpanos derritiéndose en el agua helada. Especulamos que hace quizá no muchos años el glaciar llegaba todavía a la laguna…ahora, está retirándose sobre la piedra, cada vez más encogido.

Había bastante gente en la caminata, y la orilla del lago parecía la Bristol el 15 de enero. Bueno, estoy exagerando, pero la paz de la montaña está siempre un poco alterada. En este trekking había muchos extranjeros, generalmente chicos jovenes, rubios y flacos hablando inglés, francés, alemán. Los mochileros en general parecen argentinos. Los europeos son más de los hostels que hay unos cuantos en el pueblo.

La alegría impensada de la excursión fue el avistaje de un huemul. Lo vimos en los bosques que atraviesan el sendero: se quedó, quetito y tranquilo bancándose las fotos que le sacabamos enloquecidos. Es un bicho hermoso. 

La mala fue que yo me caí dos veces en el regreso. La primera, me enganche la zapatilla con un tronco. La segunda, que fue la peor, me patiné sobre piedras y me raspe el codo. Las dos me dolieron bastante. Es que el cansancio se va acumulando y a veces el cuerpo no responde…

Así que, medio destruídos, cenamos en el hotel. No estábamos ni para una cerveza en el pueblo.


El Chalten, 7 de febrero


El pronóstico venía medio malo y esta vez parecía que la iban a pegar. Además, nos duraba bastante el cansancio de ayer… el plan fue un día hipertranqui y lo bien que hicimos porque las amenazas de lluvia terminaron concretándose. Nos ocupamos de llevar ropa al lavadero, por ejemplo, cosa que a esta altura del viaje se hace necesaria. Aprovechamos también para visitar una pequeña capilla donde se rinde homenaje a otros los escaladores que se murieron en expediciones. Es bastante impactante la cantidad de gente que se cargaron estos cerros puntudos y lisos. La capillita tiene fotos, homenajes y plaquitas. Se pone un poco creepy con las cenizas de algunos, aunque seguro debe haber sido más los que se quedaron para siempre en las alturas glaciares. También hay un libro de visitas y yo dejé mi mensajito, para no perder la costumbre. 



Saliendo de la capillita, pensamos que era buena idea pasar nuestro último día en Chalten volviendo a Lago del Desierto ya que es un lugar que nos parece muy hermoso. Hay algo en el color del agua que lo hace muy diferente a otros lugares. Además, queríamos ver si encontrábamos el senderito que habíamos hecho hace tantos años, reconocer la playita de cantos rodados, buscar las fotos que recordábamos. De camino a la zona levantamos a una mochilera italiana que vivía en Valencia y llevaba más de cuatro meses viajando por Argentina y Chile, hablaba tanto que más que italiana parecía argentina. Nos contó de todo y si bien iba hasta el lago Cóndor, finalmente la llevamos hasta el Lago del Desierto donde seguramente terminaría acampando. Nosotros tomamos un chocolate en la cafetería del estacionamiento y aprovechamos para usar los baños. Después, recorrimos la primera orilla en la que creímos reconocer nuestro primer viaje. Luego cruzamos del otro lado, donde hay un pequeño puente colgante y avazamos hasta donde nos dejaron mis tobillos maltrechos y sacamos algunas fotos divertidas. Un grupo de chicos estaba haciendo tomas con un drone, lo cual nos dio mucha bronca porque entendemos que no se pueden usar drones en los parques nacionales.


Después nos corrió la lluvia, primero livianita y después un poco más atrevida. Así que nos volvimos para el pueblo aprovechando para chusmear la Hostería del Pilar, donde comenzaba el sendero que empalma con los EcoDomes para la Laguna de los Tres. Medio bajo la lluvia llegamos hasta una construcción con techo a dos aguas bastante pintoresca. Era cuestión de satisfacer  nuestra curiosidad.



De regreso en el pueblo hicimos algunas compras, pero sin mucha caminata porque la lluvia no paraba y el viento empezó a hacer la cosa fulera. Entramos en un local de variedades donde compramos un libro sobre la historia del hito 62, los Sepúlveda y todo el tema de la cuestión limítrofe. El dueño/vendedor nos dijo que era un buen libro. Como era un tipo más o menos de nuestra edad aprovechamos para preguntar si hacía mucho que estaba en Chalten y como nos dijo que sí, confirmamos con él que la cafetería/cervecería que recordábamos en el 94 era la misma que estaba ahí al lado. Pensamos en tomar algo, pero todavía estaba cerrada.


Y aunque no era muy tarde, volvimos para el hotel a ordenar un poco las cosas, mientras empezamos a leer el libro sobre el conflicto limítrofe que nos atrapó tanto que seguimos leyéndolo durante y después de la cena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario