domingo, 1 de julio de 2018

Adieu Canadá

Kllington, 8 de enero
Hoy nos fuimos de Canadá. Y otra vez amaneció nevando. Había vehículos especiales sacando la nieve amontonada. Tampoco se veía el sol. Salimos orientados por el gps a la ruta pensando, sin más, que dura es la vida en semejantes latitudes. Unos días de nieve intensa puede parecer excéntrico y divertido para nosotros, pero vivir en una ciudad así… Inviernos larguísimos, poca luz solar debe afectar mucho en el estado de ánimo de la gente.
Canadá nos dejó una impresión agradable. La gente es cordial, es amable. A los quebequeños (¿se dirá así?) les gusta conversar y se esfuerzan por hacerse entender. Si te hablan en inglés, es un inglés más fácil de captar que el americano. Incluso el francés resulta accesible, nada que ver con el francés de Francia. Es otra cosa.
Leímos por ahí que hay todo un tema con el consumo de marihuana. De hecho, nos llamó la atención que en el hotel se aclarará con un letrero en el baño que estaba multado fumar tabaco y marihuana. Se ve (se huele, sobre todo) mucha marihuana por todas partes, especialmente en la ciudad subterránea. Como que pega bastante con un ambiente depresivo, medio triste, donde no se sabe mucho de qué podés reirte, medio en cámara lenta.

Quizá sea el efecto de la nieve, que uno ve caer despacito y en silencio. Quizá solo sea imaginación. O quizá las dos cosas.


Como sea, dejamos atrás Canadá tomando una ruta en la que comenzó a soplar viento blanco. Avanzamos despacio. FInalmente cruzamos la frontera después de unas pocas preguntas en el puesto de control. Ya en Vermont nos sentimos como en casa. El plan es descansar en un ski week en nuestro querido Killington, una vez más. Así que suspendo este relato diario por unos días.

Al pasar la frontera de regreso

Hasta entonces.

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