24 de enero, Cartagena
Empezamos el día, por primera vez, con despertador ya que habíamos contratado la excursión full a las islas del Rosario y nos pasaban a buscar a las 7 y algo por lo que queríamos desayunar tranquilos antes de salir ya que el día sería intenso.
Pintaba como una de esas excursiones típicas que odiamos un poco y que siempre juramos no hacer pero en las que terminamos reincidiendo. Un poco porque pensamos que era la única forma de hacer snorkel y otra porque te la saben vender bien. El resultado fue por momentos hermoso, en otros bizarro y medio WTF… pero, en resumen, nos divertimos realmente.
Después de que nos recogieran en taxi y nos llevaran al bus, nos rejuntaron en la ciudad amurallada y mientras esperábamos en una marea de gente nos organizaron para subir a la lancha mientras padecíamos el asedio de los vendedores. Adrián término comprando un repelente que no necesitábamos simplemente porque se lo vendieron…hay más mosquitos en nuestro balcón en Buenos Aires que todos los que podríamos haber visto en las islas.
Embarcamos en la lancha con la música a todo lo que da y sobre el mar azul más hermoso pero un poco picado llegamos a la Isla Grande donde se ven las ruinas de la mansión de Pablo Escobar. El guía no da muchas explicaciones, todo es muy en joda, todo relajado y paff nos tiran al agua y nadamos y miramos para abajo con las antiparras y vemos el avión en el fondo. Es alucinante. Y sobre todo es alucinante que mientras estas en eso aparecen vendedores en canoas persiguiéndote como en tierra. Te venden zapatos para el agua, protectores para celulares, pulseras. Me pregunto si alguien compra en medio del agua a tres o cuatro metros de profundidad alguna vez. Volvemos para la lancha y ahora nos llevan un poco más lejos. Y otra vez, paff, al agua y ahí sí… ves los arrecifes de coral, los peces… no vamos muy profundo, lo cual para mi es genial porque yo no puedo sumergirme.
Pero no es necesario, está todo re visible, aunque más abajo y es hermoso. No me anime a sacar el celular, por más que nos habían vendido protectores para el agua. Adrian sí lo hizo pero igual filmar sumergidos era complicado.El touch fallaba y además con el movimiento y la preocupación de no perder el celu el resultado finalmente sería inviable. Yo decidí relajarme y disfrutarlo. Les debo las fotos.
De ahí nos llevaron a Cocomo, un lugar en la Isla Grande que, al ser privado, nos liberaba de los vendedores. El almuerzo fue razonable y bastante agradable. Nos quedamos descansando un poco (no mucho) y, a continuación, nos llevaron a para un destino muy bizarro. La Isla Cholom, donde supuestamente había fiesta. En realidad lo que hay es una banda de mesas en el agua, donde te sirven tragos muy caros. La gente come ostras, langostinos… muchos tragos caros (el más caro se llama Pablo Escobar) y te venden cosas (artesanías, comida, artículos de playa, paseos en motos de agua, fumar con narguile) y no me acuerdo cuantas cosas más… es todo muy incómodo, sumergidos hasta pasada la cintura y haciendo malabares para que la mochila no se inunde… tanto que tenés que elegir entre amargarte o reirte. Optamos por la última opción ya que no podíamos creer del todo en lo que nos habíamos metido. No nos quedó muy claro que tenía de divertido comer en esas condiciones pero la escena era tan ridícula que quedó como la gran anécdota del viaje. Tomamos unos jugos de coco carísimos y escuchamos conversaciones ajenas. También vimos cómo un grupo de mexicanos se rajaba sin pagar y los corrieron hasta la lancha y como una mujer salió eyectada de la moto de agua en una situación que podría haber sido una desgracia pero no pasó de blooper.
Finalmente emprendimos camino a la Isla de Barú. Algunos compañeros de viaje estaban bastante entonados por la ingesta previa de alcohol y se dejaban llevar por la música a todo volumen. Como había bastante viento y la lancha iba rápido pegábamos unos cuantos saltos al ritmo de Da-me-más-gasoliiii-na-dale-más-gasoliiii-na… parecía un ride de Disney pero de verdad. La llegada a la isla de Baru no fue lo que esperaba en el sentido que la cantidad de gente y lo apretado de la playa no estaba en mis planes. Después que fui asimilando la idea pude caminar un poco y entender que se trata de una playa pública que no tiene nada que ver con la idea mental de playa a la argentina que uno tiene tan en la cabeza. Los balnearios de madera son precarios y están apiñados uno encima del otro casi sobre el agua. Evidentemente aquí no hay amplitud de marea porque sino todos terminarían bajo el agua. En los pisos superiores, algunas de esas construcciones ofrecen algo así como servicios de dormis, entiendo que se puede pasar el día o la noche. Hay mucha gente en las primeras horas de la tarde y hace mucho calor. El agua, transparente como es de esperar, no llega a ser fresca y aunque te metas, sigue siendo caluroso.
A medida que el sol empieza a caer me amigo con la playa y salgo a caminar en ambas direcciones. Adrian se queda descansando porque quedo medio insolado. Yo me baño en bloqueador porque el calor sigue asustando. En la caminata descubro con felicidad los corales, la arena suave, el color perfecto del agua… el sol se pone rojo y los vendedores se vuelven un ruido ignorable.
Después de la puesta del sol, a eso de las 18:30, empezó la última parte de la excursión que consistía en observar el plancton luminoso. En otra lancha más chica y, esta vez, a oscuras, salimos camino a un sector donde el plancton luminoso queda como encerrado y puede verse al agitar el agua. No teníamos mucha expectativa con esto porque como era luna llena era poco visible, supuestamente. Terminamos lanzándonos al agua para agitarnos y ver el efecto. Es algo asombroso, quizá no lo vimos en su máximo esplendor pero fue suficiente para maravillarnos.
De regreso en la lancha, en medio de la noche, nos llevaron al un puerto donde medio a oscuras donde nos organizamos para volver. Era un quilombo. Cansados, mojados, 80% insolados y confundidos con tantas experiencias en un solo día, nos metieron adentro del micro donde me puse al día con el celular. Resulta que se nos habían desconectado los datos y nuestros hijos estaban enloquecidos pidiendo explicaciones. Tardamos como una hora más al hotel. Y todavía media hora más, tardé yo, en desenredarme el pelo bajo la ducha. Alta maraña de sal, plancton, arena de coral y bloqueador solar. No se ni como tengo fuerzas para escribir este diario…